AQUEL ACTO DEL OBELISCO, CUANDO ERA UN MUCHACHO A veces pasamos - TopicsExpress



          

AQUEL ACTO DEL OBELISCO, CUANDO ERA UN MUCHACHO A veces pasamos por la vida sin darnos cuenta cabalmente de todos los momentos que la historia nos regaló como vivencia, haciéndonos protagonistas. Y creo que a veces se pierde, en el destaque de un momento, como se llega al mismo, más allá de la justicia inconstrastable que ese momento tiene como mojón, como referencia ineludible. El tiempo, muchas veces acrecienta y agiganta la magnitud, o nos hace percibirlo con una vivencia distinta a como lo vivimos en ese instante, no por ello menos emotivo, menos significativo, menos importante. Pero sin dudas las vivencias actuales son distintas. Es que transitamos el camino sin percibir muchas veces que vamos dejando marcas, que nuestros zapatos dejaron huellas en el decurso de la historia. Y lo que queda, como fotografía, es un instante, un pedazo del tramo, que tuvo antecedentes y también consecuencias. Algunos, por circunstancias que nos tocó en la vida, por cercanías con el horror del momento, por la afectación a nuestros seres más próximos, adquirimos tempranamente, de muchachos, conciencia de su dimensión, de su aterradora presencia, y ya desde el pique estábamos determinados a odiarlo. Porque el hombre es producto de sus vivencias y experiencias, y son precisamente estas las que nos hacen más o menos conscientes de la realidad de nuestra existencia. Me fui a vivir a Montevideo en 1979, con 17 años próximo a los 18, a la casa de un hermano mayor que yo y su compañera. Un apartamento al fondo de un corredor, muy modesto y precario, pero para mí era una maravilla, era mi primera experiencia emancipatoria. Comprábamos vino cortado en el boliche de la esquina “MANOPLAS”, García Morales y Millán. Mi otro hermano aún estaba preso, y mis viejos destituídos. Todavía yo no tenía militancia, aunque germinaba, escuchando CX30 a José Germán Araújo y concurriendo los viernes de noche a la Asociación Cristiana de Jóvenes, Canto Para que Estés. Eran un festejo del espíritu, se escuchaban músicos que después fueron monstruos, pero entonces era como ir a una peña. Allí desfilaban haciendo magia con el lenguaje, diciendo entre líneas. Lo que no percibía la censura previa de la dictadura, para nosotros se desprendía claramente de las letras. Se iba templando el espíritu, se iba abonando el coraje, se iba acumulando entusiasmo. Había miedo, pero había arrojo, había ganas contenida, contagiosa y cómplice. Al año volví a Maldonado, salió mi hermano, gana el NO , pero no regalado ni espontáneo. Porque había Germán, había músicos diciendo sin decir, artistas, había gente clandestina y no tanto, habían grietas en el horror y el espanto, luz tenue emergiendo. Pero seguía el miedo y la lucha por vencerlo. Vendrían las internas en el año 82 y mi primer acto militante clandestino y orejano, con mucho miedo pegando un puñadito de autoahesivos por voto en blanco, que debido a su cantidad escasa y pequeño tamaño (por razones obvias), lo hice por Román Guerra en las paradas por donde salían los ómnibus de Maldonado. Volví a Montevideo en el 83 a la casa de mi tía Brenda, ex – presa política. Para mi vida, para ese muchacho de 22 años de edad, ese año tiene una incidencia fundamental. Creo que coincide con un punto de inflexión también en la historia que seguiría en el país, no sólo por el Acto del Obelisco. Comienzo mis estudios universitarios en la Facultad de Sicología, me integro de pleno a la militancia gremial en la FEU y en ASCEEP, me afilio y milito clandestinamente. A fines de abril del 82 se había creado ASCEEP que se multiplica exponencialmente en número de afiliados, surgían asociaciones profesionales, FUCVAM juega un rol político fundamental , y nacía el PIT. La FEU, la CNT, los partidos políticos proscriptos, buscaban y encontraban intersticios, había entusiasmo y una energía electrizante. Nacían consignas,” Trabajo, Libertad, Salario y Amnistía”, “Autonomía y Cogobierno”. Nacían estribillos “Estudiante sal afuera venciendo la soledad, sal afuera y lo verás…”. Había planificación de un setiembre estudiantil y un “Manifiesto por una Enseñanza Democrática”. Todo ese año fue una movilización constante, el 1 ° de mayo mas gigantesco que haya visto, la marcha estudiantil al Franzini, la jornada del 9 de noviembre con una feroz represión incluida, pintadas, cacerolazos, apagones . También caían compañeros, y seguía la tortura, la opresión, y la propaganda oficial atemorizante. Pero seguía Germán, CX30 La Radio, los músicos, los artistas, el compromiso explícito o implícito de la gente, que en la corridas cuando venía el garrote y la aprehensión te abrían las puertas de los zaguanes, de los comercios, de todo aquello que significara un provisorio refugio. A veces pienso en aquellos mis compañeros, del entusiasmo juvenil. También en ese muchacho que uno era, en su desenfado, y en ese irresponsable compromiso con los otros. No, no nos dábamos cuenta en ese momento de lo que íbamos edificando, ni lo percibíamos tampoco con un sentido de heroicidad, éramos tantos y tantas… La reserva y el anonimato era el único escudo, para uno y para los otros. Al menos a mi me pasaba así. En definitiva uno solo sigue un camino que otros iniciaron y deja el camino para que otros lo sigan, no sin miedos, pero venciendo temores, y conviviendo con ellos. En el trayecto a veces queda la foto de un instante, de un enorme río de gente que viene de muchos deshielos. Y claro, ahora me asombro, que aquel muchacho estuviera en el tumulto, y no puedo menos que quererlo. Pero no lo extraño, porque lo cuido y más veterano ahora lo llevo conmigo. Caminando siempre, porque para el final queda mucha suela por gastar, alcanza con mirar el mundo y sus actuales horrores. Y hay que seguir luchando, porque faltan muchos muchachos que no encuentran cauce en el río.
Posted on: Thu, 28 Nov 2013 00:35:36 +0000

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