EL MITO DEL ETERNO RETORNO (Mircea Eliade) Para el hombre arcaico los objetos del mundo exterior y los actos humanos adquieren valor y llegan a ser reales porque participan en una realidad que los trasciende. En los objetos: Aparecen como receptáculo de una fuerza extraña que lo diferencia de su medio y le da sentido. Una roca, por ejemplo, se muestra sagrada por su resistencia al tiempo, disímil al hombre. En los actos: Su valor no están vinculados a su magnitud física, sino por el hecho de reproducir un acto primordial. No hallan su realidad sino hasta que participen de una realidad trascendente. • Repetición e imitación del arquetipo celeste: Los nombres de los lugares se daban según los campos celestes y luego los identificaban en la geografía terrestre debido a que nuestra tierra corresponde a una tierra celestial, ideal. Las regiones desiertas representarían el caos. Por eso cuando se toma posesión, se realizan ritos que repiten el acto de la creación. Así como los dioses organizaban el caos dándole formas y normas, pasando del caos al cosmos. • El simbolismo del centro: La montaña sagrada – donde se reúne el cielo y la tierra- está en el centro del mundo. Los nombres de los templos y las torres sagradas babilónicas tienen relación con la montaña. Así como el embrión crece a partir del ombligo, así Dios empezó a crear el mundo por el ombligo y desde ahí se difundió a todas las direcciones. • Repetición de la cosmogonía: Toda creación repite el acto cosmogónico por excelencia (la creación del mundo), en consecuencia todo lo fundado supone estar en el centro del mundo. Para asegurar la realidad de una construcción, se realiza el acto divino de la construcción ejemplar. El espacio consagrado coincide con el centro del mundo, así como el tiempo del ritual coincide con el tiempo mítico del principio. Por la repetición del acto cosmogónico, el tiempo concreto se remonta al tiempo mítico.
Posted on: Fri, 30 Aug 2013 04:51:22 +0000
Trending Topics
Recently Viewed Topics
© 2015