Ecolojipstas La ecología es modulación computacional y acción - TopicsExpress



          

Ecolojipstas La ecología es modulación computacional y acción política, una disciplina científica y una abarcadora visión del mundo. El concepto une dos mundos diferentes. Por un lado, movimientos de protesta en todo el mundo libran batallas por la conservación de la naturaleza, apelando a evidencias ofrecidas supuestamente por esa disciplina científica que estudia las relaciones entre los organismos y su medio ambiente. Por otro lado, los ecologistas académicos han visto con perplejidad cómo sus hipótesis se han convertido en un reservorio de lemas políticos y han sido elevados a la categoria de principios de una filosofía postindustrial. La unión entre protesta y ciencia difícilmente puede ser considerada una unión feliz. Mientras los investigadores han resentido haber sido llamados a testificar contra la racionalidad de la ciencia y sus beneficios para la humanidad, los activistas irónicamente han adoptado teoremas como «el balance de la naturaleza» o «la prioridad del todo sobre las partes» en un momento en que ya habían sido abandonados por la disciplina. Sin embargo, sin recurso a la ciencia, el movimiento ecologista probablemente habría permanecido como un grupo de fanáticos de la naturaleza y no habrían adquirido nunca el poder de una fuerza histórica. Un secreto de su éxito reside precisamente en su carácter hibrido. Como un movimiento altamente desconfiado de la ciencia y la racionalidad técnica, toca nuevamente la contramelodia que ha acompañado la historia de la modernidad desde el romanticismo. Pero como movimiento basado en la ciencia, es capaz de cuestionar los fundamentos de la modernidad y cuestionar su lógica en nombre de la ciencia misma. En efecto, el movimiento ecológico parece ser el primer movimiento antimodernista que intenta justificar sus demandas usando los mismos argumentos de sus enemigos. Recurre no sólo a las artes (como los románticos), al organicismo (como los conservadores), a la gloria de la naturaleza (como los preservacionistas), o a un credo trascendente (como los fundamentalistas). Aunque todos estos temas están presentes, basa su cuestionamiento en la teoría de los ecosistemas que integra la física, la química y la biología. Este logro singular, sin embargo, tiene un doble filo: la ciencia de la ecología da lugar a un antimodernismo científico, que ha sido muy exitoso en trastornar el discurso dominante, mientras que la ciencia de la ecología abre el camino para la recuperación tecnocrática de la protesta. Esta ambivalencia de la ecología es responsable, en un nivel epistemológico, tanto del éxito como del fracaso del movimiento. Mientras que sus raices se remontan a la historia natural del siglo XVIII, la ecología recién logró convertirse en una disciplina cabal - con cátedras universitarias, revistas especializadas y asociaciones profesionales - durante las dos primeras décadas de este siglo. Heredó de sus precursores del siglo XIX una predilección por considerar el mundo de las plantas (y luego el de los animales) en términos de conjuntos geográficamente distribuidos. La tundra en el Canadá es evidentemente diferente de los bosques tropicales de la Amazonia. Consecuentemente la pre-ecologia organizó su percepción de la naturaleza, siguiendo los temas centrales del romanticismo, en torno al axioma que el lugar constituye la comunidad. Desde un énfasis sobre el impacto de las circunstancias climáticas y físicas sobre las comunidades, su atención cambió, cerca del inicio del siglo, a los procesos dentro de estas comunidades. Las relaciones competitivas/cooperativas entre los organismos en un medio ambiente determinado y, bajo la influencia del darwinismo, su cambio adaptativo a lo largo del tiempo («sucesión») surgieron como el campo de estudio de la nueva disciplina. Impresionados por la dependencia mutua de las especies en comunidades bióticas, los ecologistas empezaron a preguntarse cuan reales eran estas unidades. ¿Es un determinado conjunto sólo la suma de los organismos individuales o expresa una identidad superior? Hasta la Segunda Guerra Mundial, esta ultima concepción fue claramente dominante: las sociedades planta/animal fueron vistas como superorganismos que evolucionan activamente, adaptandose al medio ambiente. Al optar por el organicismo -el postulado que el todo es superior a las partes y una entidad por derecho propio los ecologistas fueron capaces de constituir firmemente el objeto de su ciencia. Esta actitud antireduccionista estaba destinada al fracaso luego de la Guerra cuando, a través de todas las disciplinas, prevalecieron nuevamente concepciones mecanicistas de la ciencia. La ecología estaba madura para una reestructuración de acuerdo a los lineamientos de una metodología positivista; como cualquier otra ciencia, se suponía que debía producir hipótesis causales que pudieran ser empíricamente probadas y que fueran predictivamente relevantes. Sin embargo, la búsqueda de leyes generales, implica concentrar la atención en un mínimo de elementos que son comunes a la abrumadora variedad de escenarios. La apreciación de un lugar particular con una comunidad particular pierde importancia. Ademas, estos elementos y sus relaciones tienen que ser mensurables; el análisis cuantitativo de la masa, volumen, temperatura, etc, reemplazó a la interpretación cualitativa de la unidad y el orden de un conjunto. Siguiendo a la física, la ciencia líder de ese tiempo, los ecologistas identificaron a la energía como el comun denominador que vincula a los animales y las plantas con el medio ambiente inerte. En general, la caloría se convirtió en la unidad de medida porque permitía la descripción de ambos mundos, orgánico e inorgánico, como dos aspectos de la misma realidad - el flujo de energía. De esta manera la biología se redujo a la energética. Pero la tradición holística de la ecología no se esfumó del todo. Reapareció en un nuevo lenguaje: «sistema» reemplazó el concepto de «comunidad viviente» y «homeostasis» la idea de la evolución hacia un «clímax». El concepto de sistema integra una noción originalmente anti-moderna, el «todo» o el «organismo», en el discurso científico. Nos permite insistir en la prioridad del todo, sin insinuaciones vitalistas, mientras reconoce un rol autónomo para las partes, pero sin renunciar a la idea de una realidad supra-individual. Esto se logra mediante la interpretación del significado de la integridad como «homeostasis» y las relaciones entre las partes y el todo, en la tradición de la ingeniería mecánica, como un «mecanismo de realimentación autorregulado» que mantiene continuamente dicha homeostasis. El concepto de ecosistema combinó así la herencia organicista con el reduccionismo científico. Y es este concepto de ecosistema el que dio al movimiento ecologista una dimensión cuasi espiritual y credibilidad científica al mismo tiempo. Desde los 60, la ecología ha dejado los departamentos de biología de las universidades para migrar a la conciencia de cada ser humano. El término científico se ha convertido en una cosmovisión y como tal porta la promesa de reunificar lo que se había fragmentado, de curar lo que se había desgarrado, en breve de cuidar del todo. Las numerosas heridas causadas por las instituciones modernas, orientadas por fines específicos, han provocado un renovado deseo por la integridad y ese deseo ha encontrado un lenguaje apropiado en la ciencia de la ecología. El puente conceptual que conectó el circuito de la biología con el de la sociedad fue la noción de ecosistema. En retrospectiva, esto no es sorprendente, ya que el concepto esta bien equipado para servir esta función: en alcance, como en escala, tiene un enorme poder de inclusión. Unifica no sólo a las plantas y los animales - como ya lo hizo la noción de «comunidad viviente» - sino también incluye al mundo inerte por un lado y al mundo de los seres humanos por el otro. Así, cualquier diferencia ontológica entre lo que alguna vez se llamó el reino mineral, los reinos animal y vegetal y el reino del hombre, desaparecen: el alcance del concepto es universal. En forma similar, los «ecosistemas» vienen en muchos tamaños, grandes y pequeños, anidando como muñecas babouschka, uno dentro del otro, desde el nivel microscópico hasta el nivel planetario. El concepto es de amplia escala. Omnipresentes, como todos los ecosistemas parecen ser, son consecuentemente celebrados como claves para entender el orden en el mundo. Mas aun, al parecer tan esenciales para la continuidad de los tejidos de la vida, ellos exigen nada menos que cuidado y reverencia. Realmente una carrera notable - un término técnico que ha sido extendido a los dominios de lo metafísico. Para muchos ambientalistas hoy, la ecología parece revelar el orden moral de ser al descubrir simultáneamente lo verum, bonum y pulchrum de la realidad: sugiere no sólo la verdad, sino también un imperativo moral y hasta perfección estética. Por otro lado, sin embargo, la teoría de los ecosistemas, basada en la cibernética como la ciencia de los mecanismos ingenieriles de realimentación, representa cualquier cosa excepto la ruptura con la ominosa tradición occidental de incrementar el control sobre la naturaleza. ¿Cómo se puede separar una teoría de la regulación de un interés en la manipulación? Al fin y al cabo, la teoría de los sistemas apunta a un control de segundo orden; busca controlar el (auto-)control. Como es obvio, la metafora que subyace el pensamiento de sistemas, es la de la maquina autorregulante, es decir, una maquina capaz de ajustar su operación a condiciones cambiantes, siguiendo reglas preestablecidas. Cualquiera que sea el objeto que se observa, sea una fabrica, una familia o un lago, la atención se enfoca en los mecanismos reguladores mediante los cuales el sistema en cuestión responde a cambios en su medio ambiente. Una vez identificado, el camino esta abierto para condicionar estos mecanismos de modo de alterar la capacidad de respuesta del sistema. Hoy, sin embargo, la capacidad de respuesta de la naturaleza ha sido forzada al máximo bajo las presiones del hombre moderno. Por tanto, mirar a la naturaleza en términos de sistemas autorregulantes implica sea la intención de medir la capacidad de sobrecarga de la naturaleza o el objetivo de ajustar sus mecanismos de realimentación mediante la intervención humana. Ambas estrategias equivalen a completar la visión de Bacon de dominar a la naturaleza, si bien con la pretensión adicional de manipular su venganza. De esta manera, la tecnología de los ecosistemas se vuelve finalmente contra la ecología como cosmovisión. Un movimiento que había despedido a la modernidad, termina dandole la bienvenida - en un nuevo ropaje - por la puerta trasera. aprendeenlinea.udea.edu.co/lms/moodle/file.php/179/Diccionario_del_desarrollo_completo_2011.pdf
Posted on: Sat, 21 Sep 2013 01:54:17 +0000

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