Está pasando un motero Escrito de ficción que he elaborado - TopicsExpress



          

Está pasando un motero Escrito de ficción que he elaborado adaptando a nuestro mundo otro de Arturo Perez Reverte. Espero que lo disfrutéis. Un saludo Está pasando un motero Uno de los sitios moteros con mayor solera de Madrid: cielo azul, vistas privilegiadas sobre el Monasterio del Escorial, a los pies de una ondulada serpiente de asfalto. Un lugar bonito y cómodo donde hacer una parada para descansar tras o antes de una ruta dominguera. Aparcadas en la pequeña explanada frente al bar hay innumerables motos. Algunas son de gran cilindrada: con una primera mirada identifico una espléndida Ducati Panigale y varias BMW RT que deben pertenecer a un club porque todas llevan una pegatina en el carenado. Tampoco faltan varias modernas maxitrail equipadas para dar la vuelta al mundo, y que en su mayoría provienen de sitios tan distantes como Pozuelo de Alarcón y Boadilla del Monte. Por supuesto, también hay abundantes naked de media cilindra, perfectas para un paseo dominguero, con sus tubos de escape de carbono para que los colegas los oigan llegar desde tres manzanas de distancia. No falta un clásico en este tipo de lugares, el motero racing ataviado con un mono de piel de canguro, botas, guantes y casco a juego con el color de la moto, todo reluciente como recién sacado de la funda. Al lado de mí modesta BMW hay una magnífica Triumph Bonevillle pintada de verde al estilo de la de Steve McQueen, flanqueada por una enorme Suzuki Intruder y por una bellísima MV Augusta F4 de líneas finas, blanca y elegante como un ave marina. El sitio es perfecto. Suelo parar aquí en cualquier época del año, al comienzo o al regreso de alguna ruta por la Sierra, por lo animado del ambiente, la magnífica vista y lo cómodo de su aparcamiento. El bar el correcto, con el avituallamiento necesario para recuperar fuerzas mientras comentas las novedades de la mañana con un compañero u observas la máquina recién llegada del concesionario que sólo habías visto antes en las revistas. No todas las motos que hay aquí son lujosas o últimos modelos, por supuesto. La mía, una modesta R850R, no lo es. Tampoco lo son varios de las que tengo a la vista, discretamente desperdigadas a lo ancho del aparcamiento: una veterana Suzuki Gs 500, alguna antigua Fazer, una Honda CBR de principiod de los noventa, alguna naked de media cilindrada ... Tras veinte años recorriendo estas carreteras, algunos resultan viejos conocidos. Cerca está la BMW 1150 RT de mi amigo Juanjo, y alguna otra con muchos años de alquitrán bajo las ruedas; entre ellas la Zephyr 750 de un caballero anglosajón que desde hace quince años hace y un alto aquí todos los domingos para fumarse un cigarrillo antes de seguir rumbo hacia quién sabe dónde. El resto de los presentes son los habituales en estos meses previos al verano: grupos de jóvenes que salen a darse un rulo de dos o tres horas quemando adrenalina por la Sierra, varios moteros maduros que han convencido a sus parientas para escaparse medio día a comer un chuletón a la Venta del Obispo y volver antes de que se acuesten los niños, algún Guardia Civil que se pasa por allí y pasea entre las motos por el puro placer de ver cómo sus dueños tragan saliva. Precisamente una de las principales diversiones de lugares como éste es observar la llegada de los que estrenan moto, ver cómo aparcan cuidadosamente tras seleccionar un terreno propicio, sin inclinación o gravilla, se quitan los guantes y el casco con parsimonia, buscando de reojo la mirada aprobadora de sus congéneres del sector, para finalmente dar unos pasos en dirección al bar y darse media vuelta para volver a admirar su montura con orgullo. El caso es que estás en todo lo que cuento, mirando a los Casey Stoner de barrio, a los viejos conocidos, a los del chuletón y a una churri de muy buen ver que viene de paquete en una KTM Adventure, cuando en mitad de ese tinglado, que sólo tiene en común el hecho indudable de que todos llegan sobre ruedas, aparece subiendo la cuesta de la Cruz Verde, muy despacio, traído por el sonido metálico de un bicilíndrico que vivió mejores épocas, una vieja, destartalada y ruinosa Africa Twin 650 con la pintura desconchada y un kilo de roña en cada radio de sus ruedas, que avanza cargada de bultos atados con gomas, y a bordo un fulano muy flaco y quemado por el sol, con la ropa raída, un cigarrillo en la comisura de los labios y barba gris, que ajeno a todo pasa lentamente frente al aparcamiento, tranquilo, impasible, una mano nudosa y descarnada sobre el manillar y la otra apoyada en el depósito, mirando hacia un horizonte que, sea cual sea, nada tiene que ver con este aparcamiento ni con quienes lo ocupamos. Y mientras la Africa Twin y su piloto pasan despacio, majestuosos en su soberbia y callada lentitud, los domingueros levantamos la vista y lo miramos hipnotizados, los del “cuore sportivo” y motos de muchísimos caballos se dan codazos y le señalan con el mentón, la maciza de la KTM sigue a lo suyo y hasta el Guardia Civil parece olvidarse por unos instantes de su siniestro paseo. Y quienes saben mirar a los hombres y sus monturas sonríen con admiración y respeto, porque comprenden que está pasando un motero.
Posted on: Wed, 11 Sep 2013 13:22:42 +0000

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