Hoy, un poco antes de las 8 de la mañana, presuroso empecé a cruzar el puente colgante del Ticuí; mi intención era estar esa mañana en las faldas del monte El chorrillo (una hermosa montaña que se ve al noroeste de Atoyac), recorrer los campos que, como los girasoles de Van Gogh, los maizales elevan sus hojas secas al viento, dando un tono dorado a estas tierras sureñas. Cuando estaba por llegar a medio puente miré a una anciana que, apoyada en otras dos señora, con paso muy lento caminaba sobre las frágiles tablas. El temor se veía en sus ojos y sus piernas temblaban a cada paso que daba. Reduje mi ritmo y con extremo cuidado pasé a su lado, procurando que mi recio pisar no incomodara aún más a esta noble anciana. Y pensar que el hijo predilecto del Ticuí, hoy investido como presidente municipal, les dijo a los ticuiseños que el próximo año, por junio, se verá sobre la construcción de su puente, nuestro puente, donde pasan mis amigos y familiares; donde cruza Cesarín y Kiara, mis dos nietecitos; donde la gente con carga pasa con mucha dificultad; donde mucha gente mayor renunció a su derecho de ir a Atoyac por no pasar por este puente de hamacas (y viera Usted que hace honor a su nombre: se menea al compas de los pasos y al vaivén del viento que baja de la montaña). Por esta y muchas razones más yo pido que cada peso disponible se aplique en la reconstrucción de nuestro México tan querido, además, no miré alguna noticia que hablara del atraco de la Nao de Filipinas en el puerto de Acapulco con víveres y medicinas para tantos acapulqueños que sufrieron los embates del ciclón.
Posted on: Thu, 14 Nov 2013 20:33:40 +0000
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