Mi padre vino del este, por la misma ruta en tierra que hacen los - TopicsExpress



          

Mi padre vino del este, por la misma ruta en tierra que hacen los marineros desde el puerto de San Pedro, bordeando la costa azul añil al desplazarse por una carretera estrecha que ya no huele a matas hueveras pasando por Boca Chica, sólo a sal y a monóxido y a prisa; vino con sus inmensos ojos verdes y sus manos hermosas, níveas, tibias, grandes, cruzadas sobre el pecho. Seguro llegó una tarde lluviosa de la década del cincuenta, a instalarse en la ciudad que ya no recuerda sus pasos. Vino con su fardo de poemas y de historias extrañas, como aquella que siempre contaba de cuando era muchacho y andando un domingo por entre las casuchas de un batey, se encontró con un bakiní; la abuela del bebé lloraba en creole, y sobre la mesa el cuerpecito estaba rodeado de cuatro botellas de Malta Morena que tenían incrustados en el cuello un cabo de vela encendido. La vieja fumaba en una pipa de barro y la torpeza de mi padre hizo que a ella se le cayera al suelo y se rompiera sin remedio. Mi papá pidió disculpas, asegurando que podía pagársela, a lo que la vieja señora contestó: “Quiero ese cachimbo”. Los hombres se acercaron silenciosos y amenazantes a papi, rodeándolo; instintivamente, ante la sorpresa de los presentes, él tomó al niño muerto por una pierna y empezó a esgrimirlo contra los dolientes para abrir una brecha y escapar de allí. Decía que ese día había escapado del miedo para siempre. Papi contaba sus historias de la aldea como si el pasado se circunscribiera a éstas. Elocuente y culto, tenía la voz como un trueno y una mirada que inspiraba respeto en hombres y mujeres. Militante, combatiente, sensible y enamorado locamente de su Cielo, mami, se marchó para siempre en la tarde más triste de mi adolescencia, mientras lo sostenía en mis brazos intentando ayudarlo a respirar. Cuando lo enterraron, lloré porque no entendía cómo iba a respirar en el nicho que cerraban con cemento. Al llegar a la casa en la noche me abracé al pantalón corto negro que había quedado en una esquina de su cama. Así me dormí, con su olor y su misterio. Los días de los padres mi mamá siempre encendía una luz para él. Este domingo, acurrucada en su corazón, lo celebro y lo amo.
Posted on: Sun, 28 Jul 2013 06:08:38 +0000

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