Movimiento de piedad inmaculista Un perito conciliar, René - TopicsExpress



          

Movimiento de piedad inmaculista Un perito conciliar, René Laurentin, ha escrito: «El renacimiento mariano que so­ breviene entonces toma las formas más sorprendentes. Comienza en 1830 con una aparición, la primera de una serie, caracte­ rística de este siglo. La Virgen confía a Ca­ talina Labouré el proyecto de la Medalla Milagrosa, que es como la seiial de un mo­ vimiento de piedad y de conversión. La efi­ gie parece dar todo el programa del siglo: la Inmaculada Concepción y la Mediación». Laurentin es como el eco, mil veces re­ petido en la historia de la predicación y el dogma marianos. Ya en su carta pastoral del 19 de julio de 1897, el Sr. Arzobispo de Pa­ rís, Cardenal Richard, anunciando la pró­ xima coronación en rue du Bac, de la ima­ gen de la Santísima Virgen, afirmó: «La aparición de la Medalla es el punto de par­tida del gran movimiento que hace brillar en la Iglesia la gloria de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María». Y en su pastoral del 15 de diciem­ bre de 1903, relativa al cincuentenario de la definición del dogma de la Inmaculada, el mismo Cardenal afirma nuevamente: «No lo olvidemos; Dios ha querido que el gran movimiento de piedad que debía nacer de la proclamación del dogma de la Inmaculada tuviera su punto de partida en París, por la manifestación de la Medalla a una humilde hija de San Vicente de Paúl. El abate Bellamy es más contundente que otros teólogos contemporáneos suyos, al afirmar que cuando la teología creía haber dicho todo cuanto se podía decir acerca de la Virgen, la devoción del Pueblo de Dios, movido por la Medalla, impulsó a la consideración profunda de la Inmaculada Concepción. Pío XI, en el decreto de tutto para la beatificación de la Vidente, afirma: «La Medalla que lleva la imagen de María Inmacu­ lada, juntamente con la piadosa invocación, preparó los ánimos del Pueblo Cristiano, como medio más oportuno, entre los de­ más, para la definición dogmática de la In­ maculada Concepción que se avecinaba ...». Por razones que nos son desconocidas, el proceso de beatificación se había conver­ tido en punto muerto. El Cardenal Ehrle y el P. Ojetti, que había ejercido el oficio de secretario de la Comisión de Derecho Ca­ nónico, habían sido jubilados. La noticia de que la causa estaba parada movilizó a estos dos hombres. El Cardenal Ehrle, hacién­ dose llevar, a sus más de ochenta años, en la Congregación General, dijo: «La Causa de sor Catalina es la Causa de la Inmaculada. Si la Causa de la Santa falla, también la Causa de la Virgen María sufriría un desencade­ nante, y esto no puede ocurrir». El P. Ojetti, atacado por una parálisis avanzada, escri­ bió a la Congregación de Ritos en estos tér­ minos: «Solamente puedo usar mi mano derecha y mi pluma. Pero es mi voluntad hacer que sirvan para mantener la Causa de la Inmaculada Concepción». Pío XII, también en el decreto de tutto para la canonización, se expresaba así: "Ciertamente que no eligió, sin una esme­ rada disposición de la Divina Providencia, este día, consagrado a la Inmaculada Con­ cepción de la Bienaventurada Virgen María, por cuya gloria, ya antes de la definición dogmática, la Beata Catalina trabajó en gran manera para que este decreto la embelle­ ciese con esta diadema». En 1954 reiteró el Papa la idea en una alocución dirigida a las Hijas de María: «Hace siete años, la canonización de Santa Catalina Labouré coincidía con el centena­ rio de vuestra Asociación y así con el nacimiento de ésta tuvo lugar en los preludios del dogma de la Inmaculada Concepción, in­ flamando de una tensa devoción a las al­ mas cautivadas por este gran privilegio ma­riano ...».
Posted on: Sat, 22 Jun 2013 10:01:10 +0000

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