"Pasamos medio día sentados en una banqueta de la calle Santander, frente a nosotros había una gallina muerta, un carro la aplastó, seguramente escapó de una casa cercana. Nos entretuvimos inventando historias para la muerte de la gallina; a mi me gustó la historia que él inventó sobre una vieja viuda y solitaria que vestida de negro tendría que llorar la muerte de un ser querido más, la imaginé vestida de negro, llorando trágicamente a mitad de esta calle sobre la gallina aplastada. Yo inventé una historia más tonta, la gallina escapando de ser el almuerzo de ese día se vino a encontrar de frente con ese maldito carro que no le dio tiempo de disfrutar el momento de su propia muerte, no le dio la prerrogativa de aguantar por unos minutos el apretón en el cuello y luego el rápido y fuerte giro que le quebraría el cuello, pero todavía con el tiempo necesario para sentir y odiar ese inmenso dolor que acabaría con su existencia. Estábamos encantados con la muerte, ese estado de inmovilidad nos fascinaba, ese muro entre lo inerte y la acción tan simple de respirar es tan delgado, casi invisible, lo sabemos muy bien, nos preguntábamos cómo era estar en el lugar de la gallina. Por primera vez fui directa con él, le pregunté que haría si me encontrara moribunda, ¿terminarías conmigo? Le pregunté. Sin quitar la vista del animal aplastado se sonrió como imaginando el momento, no me contestó, pero vi como se abultaba su pantalón en la entrepierna, yo también estaba excitada pensándolo." De "Inerte" (texto inédito), Juan Calles.
Posted on: Sat, 10 Aug 2013 18:00:45 +0000
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