Poemas manzanas, James Joyce James Joyce poeta. Qué raro nos suena, ¿verdad? Y no es porque en la obra del genial irlandés falten los enfoques poéticos, o los toques lÃricos; sin ir más lejos, se puede afirmar de lleno que el monólogo de Molly Bloom, el cual cierra «Ulises», es uno de los fragmentos más arrebatadoramente poéticos y sinceros escritos en nuestro siglo. El que nos cause extrañeza que Joyce sea poeta puede radicar en dos causas: una la carencia, hasta hoy dÃa, de traducciones de sus poemas, defecto que comparten con el castellano casi todas las lenguas europeas, a pesar de la múltiples ediciones de las pocas obras en prosa que Joyce escribió y de la inmensa bibliografÃa que existe sobre las mismas; y la segunda, quizá debido a la imagen hosca, satÃrica, «prosaica» que muchos han adquirido a través de una rápida lectura del «Ulises» o de algún estudio no muy profundo de la personalidad del autor. Si, Joyce es poeta, y de una forma totalmente diferente a la que muestra como prosista, pues, si bien como novelista Joyce es, además del crÃtico más acerbo de su patria, del jesuitismo, del colonialismo inglés, del tÃpico paternalismo de la familia cristiana, el hombre que destruye una lengua para levantar otra de sus escombros, haciendo del inglés la arcilla más maleable que encontrarse pudiera para dar, a través de dudas de expresión, de tartamudeos, distorsiones y mala pronunciación de las palabras del lenguaje que se usa a diario, la psicologÃa, el devenir de sus personajes, intentando, y logrando –y he aquà la gran conquista lÃrica del novelista–, dar curso al monólogo interior de la mente humana, caracterÃstica básica de la buena poesÃa metafÃsica, y rasgo poco señalado, hasta ahora, por sus comentaristas . Joyce siempre fue poeta, aunque la mayorÃa de las veces prefiriera la prosa para expresarse. Mas creo que me alejo del motivo principal de estas lÃneas de presentación a los primeros poemas publicados en castellano de este autor. Joyce, repito, es totalmente diferente como poeta a lo que fue como prosista. Salvo los dos poemas que se incluyen al final de este libro, el escritor se nos muestra como un ser tÃmido, desesperado hasta casi lo enfermizo, «lÃrico», en el mejor sentido de la palabra, cantor de recuerdos que a veces dañan la personalidad, y muy pocas veces crÃtico de sà mismo y de su medio. Joyce representa, además, una postura totalmente original, por lo aislada dentro del mundo de la poesÃa escrita en inglés, que le hace ser, por contraposición, muy europeo, muy continental y netamente irlandés. AsÃ, los trece poemas que forman «Pomes Penyeach», los treinta y seis de «Chamber Music», y «Ecce Puer», nos dan un Joyce seguidor de la corriente Post-Romántica europea, donde el pesimismo, resultante de enfrentarse a la vida, desemboca en un sentimentalismo desesperado y añorante, donde la inocencia de la infancia, lo irresponsable de la juventud son refugios a los que se regresa buscando escondite, y protección. Joyce comparte con los poetas europeos de esta escuela caracterÃsticas comunes, como son el enfoque superficial, acaramelado, de la niñez, la imagen de la muerte tiñéndolo todo tétricamente en un paisaje de lluvia o lágrimas, y un sentido dramático, de recitado, que a veces perjudica al poema, haciéndole sonar a falso, alambicado. Esta postura, tan poco frecuente en la lÃrica escrita en inglés, tiene sus mejores representantes en la poesÃa española, italiana y francesa de los últimos veinticinco años del siglo diecinueve. Por eso no es de extrañar que algunos de los poemas de «Pomes» nos traigan a la mente el recuerdo de una gran poetisa, también celta como Joyce, la RosalÃa de Castro de «A Orillas del Sar»; y algunas otras, las menos, nos suenen a rimas escritas por un Bécquer que hubiera vivido rodeado de falta de sol y mucha lluvia a cambio, y hasta al Amado Nervo diplomático en Madrid. Pero Joyce al mismo tiempo le da a estos poemas detalles personalÃsimos que le distinguen perfectamente y le hacen ser un poeta próximo a nosotros, en postura casi opuesta a la de la escuela Post-Romántica continental. De tal forma, en un poema extremadamente nostálgico sobre el amor pasado, introduce un elemento irónico que contrarresta el sentimentalismo que podrÃa haber transformado a la poesÃa en una gran queja desesperada, sin ningún análisis interior. En otro nos habla de la vergüenza que siente por ser débil y amar en consecuencia. En fin, en un tercero opta por la postura realista de seguir adelante haciéndose la vida, aunque ésta sólo le devore, sólo le devuelva golpes y nihilismo. Otras veces nos dice que siempre se debe arriesgar todo con tal de amar. Asà equilibra perfectamente sus contradicciones de hombre, tanto en lo sentimental como en lo estilÃstico, demostrándonos que ha sido injusto el silencio de que su poesÃa se ha visto rodeada casi siempre al juzgarla como meros desahogos lÃricos, sin mayor valor que el de unas cuantas canciones menores. Hay un detalle muy interesante en uno de estos poemas que creo se debe hacer notar, y es el de que Joyce, al contrario de la mayorÃa de los escritores irlandeses de su momento, los cuales forman la verdadera edad de oro de las letras de su paÃs, desprecia olÃmpicamente a la gente sencilla, a los campesinos tan exaltados por escritores tan dispares entre si como fueron Yeats, Lady Gregory y Padraic Colum. Sé mÃo, te lo ruego, oÃdo que no escuches y me cubras de su pueril cantinela, y mÃo sea un corazón al resguardo para quien hojas recoge a la luna. Siendo asà uno de los primeros escritores para quien la ciudad, y solo la ciudad, será objeto de su obra. «Ecce Puer», que bien se podrÃa clasificar como «nana», está considerado como el mejor poema del autor. En su favor se puede decir que pocas veces se ha dado el caso en que esta forma simple, y hasta superficial de hacer poesÃa, haya llevado tal carga de hondura sobre la vida. En toda la obra de Joyce no se encuentra momento más alto de expresión, ni mejor prueba de que el autor de «Retrato de un Artista Adolescente» es un cantor comparable a los más grandes lÃricos de todos los tiempos. «El Santo Oficio» y «Gas de un Mechero» nos devuelve al Joyce del «Ulises», al vitriólico censor de Irlanda, rompiendo lanzas contra todo lo estatuido, burlándose sardónicamente, y hasta cierto punto injustificado, de los demás intelectuales de su generación, riéndose irritadamente del catolicismo a ultranza de su paÃs, iconoclasta, anticlerical, irreverente, recordándonos a muchos escritores medievales europeos unas veces, y otras a Quevedo en el decir y en el desenfado de la frase. SatÃrico de DublÃn, ciudad a la que amó por encima de todo, a pesar de su gran odio. Salvador de Madariaga dice que los irlandeses son españoles que escogieron vivir muy al norte, y creo que nadie mejor que nosotros podemos entender este odio-amor hacia la tierra que vio nacer a Joyce, en quien, y por circunstancias históricas muy parecidas a las de España, la crÃtica a veces pierde el equilibrio necesario para obtener una imagen real, sin distorsiones, de todo lo malo y lo bueno de su tierra. En estos poemas, como en otras obras de Joyce, el idioma se usa como medio de sátira, de destrucción por la burla; asÃ, «Gas from a Burner», que literalmente quiere decir «Gas de un Mechero», puede significar «fanfarronada», dando origen a una frase idiomática que, sin embargo, y tal vez por la poca difusión que estos poemas han tenido, no ha obtenido la aprobación popular. Joyce conocedor hasta la médula del idioma inglés, gusta de crear nuevas frases o «idioms» y de deshacer otras, ya establecidas, creando la confusión en el lector y la ambivalencia de sentido que todas las frases hechas poseen, exigiendo de aquél un análisis lógico del significado último de las mismas; de aquà que traducir a Joyce sea muy difÃcil o muy fácil, motivo principal por el cual se ha optado por hacer la edición bilingüe de sus poemas, para que el lector pueda juzgar por si mismo. Este libro contiene poesÃas fechadas desde 1904 hasta 1932. La mayor parte de ellas fue escrita entre 1912 y 1915, cuando el poeta vivÃa, enseñando inglés, en Trieste. Los demás poemas fueron compuestos en sitios tan dispares como son DublÃn, Zúrich y ParÃs. La primera edición de «Pomes Penyeach» fue publicada en 1927 por la «Shakespeare & Co.», en ParÃs. «Ecce Puer», apareció en el «New Republic», el 30 de noviembre de 1932, en Nueva York, dedicado al nieto del autor. «Santo Oficio», entre 1904 y 1905, en Pola, y «Gas de un Mechero» en 1912, ambos editados por el mismo Joyce. José MarÃa MartÃn Triana .................. 1 Ver «Obra Abierta», de Umberto Eco. Seix y Barral Editores. 2 «Pomes Penyeach» significa literalmente «Pomas de penique cada una». Joyce, como ya se ha dicho anteriormente, gustaba de jugar con palabras, variando su sentido. En el caso que nos ocupa es bien claro que lo ha hecho con la palabra «Poems», quitándole asà valor a unos poemas que sus ojos nunca fueron importantes, y también jugando con el precio original de la obra, que fue de un chelÃn, regalando una de estas «Pomas» a quien se molestara en comprar el libro. (N. Del T.)
Posted on: Wed, 02 Oct 2013 11:27:11 +0000
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