Una historia para dormir: Éranse, en alguna etapa del - TopicsExpress



          

Una historia para dormir: Éranse, en alguna etapa del tiempo, dos amigas de amistad rota. Explícome: ambas se habían herido, pero se habían perdonado. Una aguantó estoicamente; la otra, clamó cierta venganza, y la venganza fue el abandonar a la estoica por una amistad fútil. Pero fue abandonada también, y ella volvió a la estoica, quien la recibió, aunque ya no de la misma manera, pues el vínculo estaba roto. Un día, un transeúnte de la vida, pasó frente a la que se vengó, y ésta se enamoró de él, pidiéndole que se quedara. Él, al comprobar en sus ojos cuán herida estaba por la vida, aceptó quedarse con ella. “Si ella halla salvación en mí, puede que halle yo salvación en ella”, pensó el transeúnte durante un tiempo. Mas, ¡oh, pobre de él!, cada vez se cansaba más, aunque la vengativa no lo notaba por más que él se lo decía con dulces palabras. Otro día, la vengativa le presentó a la estoica al transeúnte, y él quedó cautivado con su belleza. La estoica, magra como las cañas de azúcar y pálida como el lado oscuro de la luna, enamoró perdidamente al transeúnte. Al fin podría dejar de vagar, mas ¡oh, pobre de él!, estaba atado a la vengativa. Tal como la estoica, toleró cuanto pudo; pero llegó el tiempo en el cual él se partió en dos, pues, mientras ella se salvaba, él se hundía más y más, pues le chupaba la vitalidad. La estoica, que había perdonado a la vengativa a pesar de que aquélla había actuado inicuamente, miraba al transeúnte en su agonía, y nada podía hacer. Nadie sabía, mas también estaba enamorada de él. Los días pasaron, y la relación se volvió más enfermiza. Rabietas iracundas por parte de la vengativa fraguaron el estado abyecto anímico del transeúnte, quien clamaba por ser liberado de aquella esclavitud. Cuando se liberó, la vengativa acudió a la estoica. Ella sabía ya del dolor que le causó al transeúnte, y como su amor por él era más fuerte, decidió no ayudarle. Irascible, la vengativa execró el nombre de ambos, diciendo que la abandonaron. Entre las anatemas, surgió una nueva grieta en la desvencijada amistad; y ésta creció y creció hasta convertirse en un abismo entre una y otra. Entonces, la estoica declaró el amor sentido por el transeúnte. El transeúnte, sobrecogido e internamente exultante, declaró también su amor. La vengativa, al presenciar esto, lanzó un clamor que estremeció los pechos de aquellos dos testigos en su incipiente idilio. Con aquel fragor, el transeúnte se debilitó más, cayendo a los pies de la estoica, exánime. Ésta le acarició la cara, mientras el pugnaba por vivir. Al poco rato, falleció, pues la inanición era ya bastante. Las lágrimas de la estoica cayeron sobre el rostro pálido y ya frío, mientras la vengativa seguía lanzando denuestos a diestra y siniestra. Y la estoica dejó de serlo para vengar la muerte del transeúnte, volviéndose así una venganza viva, transeúnte de la vida, causante de la muerte de una amistad rota por un abismo, causada por la muerte de un transeúnte quien amó a una estoica que ha matado para poder morir a su lado. Y yo sé esto porque vi morirnos a los tres, y puedo decir que mi fantasma es su venganza, y mi exangüe cuerpo es ahora su paz. —J. Staley
Posted on: Tue, 05 Nov 2013 07:41:57 +0000

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