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Una mansión en la Costa Azul, viajes en jet privado al Kilimanjaro, «niños de papá» estudiando la carrera en Oxford y Harvard, entradas para el Mundial de fútbol de Alemania 2006, deportivos de lujo y codearse con estrellas de cine como Jackie Chan. El reciente juicio a Bo Xilai, el carismático gerifalte del Partido Comunista condenado a cadena perpetua por corrupción, ha revelado el ostentoso tren de vida de la «aristocracia roja» que ha florecido gracias al «milagro económico» chino. Hijo de un héroe de la revolución, a Bo Xilai se le auguraba un brillante futuro porque pertenecía al Politburó del Partido y se suponía que el año pasado iba a entrar en su Comité Permanente, que reúne a los siete hombres más poderosos del régimen. Pero, pocos meses antes del relevo en su cúpula, fue defenestrado como secretario del Partido en Chongqing, una megalópolis del suroeste de China a orillas del Yangtsé, y su caída en desgracia desató una lucha de poder que sigue abierta. El detonante fue la muerte en noviembre de 2011 de Neil Heywood, el socio británico con el que Gu Kailai, la esposa de Bo Xilai, tenía una mansión en Cannes valorada en 2,2 millones de euros. Según las transcripciones del juicio difundidas por el tribunal en Weibo, que suple en China al censurado Twitter, tan suntuosa villa fue un «regalo» de Xu Ming, un empresario petroquímico que se enriqueció en los años 90 embelleciendo la ciudad de Dalian, donde Bo Xilai era alcalde. A cambio de sus favores, el magnate colmaba de atenciones a su mujer y su hijo, Bo Guagua, a quien le regaló un Segway (un carísimo vehículo eléctrico de dos ruedas) y le pagó unas vacaciones en África junto a cinco amigos más que costaron 100.000 euros, ya que volaron en un jet privado desde DubáiaTanzania. Para su padre, Bo Guagua se trajo de allí cecina de una valiosa especie animal. Además de cubrir 30.000 euros en gastos de su tarjeta de crédito, el empresario sufragó los billetes de avión y hoteles del viaje a China que hizo en marzo de 2011 una delegación de 40 personas de la Escuela Kennedy de Harvard, donde estudiaba el joven. «Era conveniente llamar a Xu Ming porque solía pagar ese tipo de cosas. No lo considerábamos un extraño», testificó en el juicio Gu Kailai, la mujer de Bo Xilai. Para que nadie relacionara la mansión de la Costa Azul con su popular marido, que hacía carrera lanzando campañas «neo-maoístas» a favor de los más humildes, Gu Kailai la había registrado a nombre de una empresa que dirigió primero un misterioso arquitecto francés amigo de la familia, Patrick Devillers, y luego Heywood. Según relató Devillers en una declaración leída en el juicio, éste amenazó a Gu Kailai con desvelar que poseía la mansión cuando quiso retirarlo de la compañía y, además, le reclamó lo que él calculaba que había invertido en sus obras de reforma: 1,7 millones de euros. Temiendo que Heywood secuestrara y matara a su hijo por esta disputa monetaria, Gu Kailai lo envenenó el 14 de noviembre de 2011 en la habitación de su hotel en Chongqing, según la versión oficial que mantiene el régimen chino, más propia de una rocambolesca novela de espionaje. Así lo confesó Gu Kailai en el juicio celebrado contra ella en agosto del año pasado, en el que resultó condenada a pena de muerte. La sentencia quedó suspendida dos años, lo que suele equivaler a cadena perpetua. Capitalistas rojos Pero la familia Bo no era la única con la que se había congraciado el empresario Xu Ming, quien, según el «New York Times», llegó a salir con la hija del exprimer ministro Wen Jiabao, enemigo declarado de Bo Xilai, y a tener negocios de diamantes con su esposa y de seguros con otros parientes. Ese mismo periódico también destapó en octubre del año pasado que la familia de Wen Jiabao atesora más de 2.000 millones de euros. La noticia generó un escándalo similar al suscitado en mayo por la fortuna de la nieta de Mao Zedong, Kong Dongmei, estimada en 600 millones de euros. Aunque esta ilustre descendiente fundó en 2001 una librería de Pekín que se dedica a promocionar los ideales comunistas del «Gran Timonel», dista mucho de ser una revolucionaria. Según la revista «Nueva Fortuna», hasta ha violado la «política del hijo único» al tener dos niñas y un niño con su marido, un magnate propietario de una compañía de seguros, una casa de subastas y un servicio de paquetería, con quien se casó después de mantener con él una relación extramarital durante quince años. Y, a tenor de Bloomberg, el patrimonio familiar del presidente chino, Xi Jinping, asciende a 310 millones de euros y al 18 por ciento de una compañía de minerales raros valorada en 1.340 millones de euros. Unas cantidades que parecen excesivas para quienes se siguen definiendo como comunistas, por muy «aristócratas rojos» que sean.
Posted on: Fri, 27 Sep 2013 03:30:57 +0000

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