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POR SUERTE NO LLOVIÓ Si bien es cierto que nuestra ciudad se va transformando, poco a poco, en una moderna e interesante metrópoli, capaz de acoger y recibir a espectáculos y artistas de orden internacional, es también cierto que mucho nos falta en cuanto al desarrollo de una verdadera cultura de consumo que involucre, sobre todo, respeto y honestidad. Y lo digo a raíz del Sábado pasado en el que, con motivo de nuestros ciento noventa y tres años de vida independiente, recibimos en el Alejandro Serrano a un artista que, actualmente, está catalogado entre los mejores del mundo. Experiencia agridulce habría que reconocer pues el excelente concierto se vio empequeñecido por la tremenda desorganización y falta de criterio por parte de los empresarios encargados. Caótico proceso que, como de costumbre, incluyó la presencia de exageradas filas a causa de la presumible sobreventa de los boletos autorizados; centenares de personas con “pases de cortesía” vendidos al precio regular más los ya conocidos revendedores mostraban a todas luces que nos preparábamos para vivir una de aquellas experiencias tan características de nuestra mal llamada “viveza criolla” que es la forma por la que hemos dado a llamar lo que simplemente es una profunda falta de ética. Además, como una paradoja se me presentaba el hecho de que sean precisamente aquellos espectadores que habían pagado la entrada más costosa o “Golden Box” los que sufrieran los peores maltratos pues fue allí donde hizo más patente e abuso al pretender ingresar y evacuar más de seis mil personas por un pequeño pasadizo que no superaba los dos metros de ancho. Apretujones y codazos fueron el orden del día mientras la completa irresponsabilidad de los organizadores permitía que el público que se había quedado sin lugar (en un espacio de sillas numeradas habría que aclarar) se ubique en las zonas de tránsito, exponiéndonos a todos a un riesgo del que, una vez más, escapamos ilesos. Triste precedente si pensamos que al espectáculo asistieron visitantes de otras ciudades del país que, seguramente, se lo pensarán dos veces antes de prestarse nuevamente para ser timados. Y me pregunto además ¿Qué hubiese pasado si se hubiese presentado una emergencia? ¿Hubieran entonces servido de algo los letreros de “salida de emergencia” colocados por colocar? ¿Quién hubiera sido el responsable de los permisos municipales y estatales que, al fin y al cabo no fueron más que un desperdicio de papel? Así que ya lo ve Usted estimado lector. Un fracaso más resultante de la sombría combinación entre la voluntad de engaño y el irrespeto al cliente en esta sociedad donde la inexistencia de una cultura de defensa del consumidor nos ha convertido en espectadores impávidos de fraudes y abusos. Esa falta de cultura que hace que los espacios de sanción y control carezcan de argumentos. Esa que hizo que un excelente espectáculo se vea empañado por una organización en la que falló, virtualmente, todo lo que podría fallar. Bueno, casi todo. Porque al menos San Pedro se puso de parte de la música y, por suerte, no llovió… ANDRÉS F. UGALDE VÁZQUEZ
Posted on: Fri, 08 Nov 2013 19:10:51 +0000

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