Algunos poemas de Henrik Nordbrandt: Una vida Encendiste una cerilla y su llama te cegó de manera que no pudiste encontrar en la oscuridad lo que buscabas antes de que la cerilla se consumiese entre tus dedos quemándote y el dolor te hiciera olvidar lo que buscabas. Constelaciones A medianoche, durmiendo, fui invadido por hormigas que me subieron a las montañas y me llevaron a las mesetas tras las montañas, hacia nuevas montañas. Al alba me desperté como una constelación en un pozo, el que me despertó fue alguien que bebía su agua fresca de las manos que lo habían abandonado. Henrik Halep, Edirne, Nazili, Rize, Izmir, Konya. Así deletreaba la telefonista turca mi nombre para evitar las equivocaciones. En lo que a mí respecta soy una gran equivocación: en cada una de esas ciudades mencionadas he tratado en vano alguna vez de encontrarme a mí mismo en sueños. De haber sido nombres desconocidos en un mapa se han convertido en personas que se alejan dejándome a mí como rastro entre ellas. Oda a un clavo usado Qué triste es un clavo usado oxidado, doblado y sin punta: Un mensajero caído de una forma que se ha perdido. Puede haberse caído de una casa un barco, un carro, o una cama o del ataúd de un juez muerto. Los secretos que mantenía en su sitio no han dejado rastro en el óxido y su corvadura no los ha conocido. Enderezarlo para volver a usarlo parece casi como maltratar al clavo y comparar sus soledad con la propia por muy tentador que pueda parecer sería una burla de la naturaleza del clavo que sujeta lo que uno desea y es fiel a ello. Hay 999 escalones para subir a La Casa de Dios. (Sin contar las rocas que no tienen escalones.) Y cada uno de ellos lleva el nombre de un sufrimiento determinado. Si piensas en los escalones no tendrás nunca fuerzas suficientes para llegar hasta arriba. Si los subes con un niño en brazos pensando en la hermosa vista, no notarás los escalones y la vista te será indiferente.
Posted on: Fri, 16 Aug 2013 14:52:43 +0000
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