CAPÍTULO XX – SITUACIÓN INESPERADA Gustavo finalmente no - TopicsExpress



          

CAPÍTULO XX – SITUACIÓN INESPERADA Gustavo finalmente no aguantaría la sorpresa que le generara, el enterarse de la realidad sobre la paternidad de Horacio y terminaría muriendo a causa del agravamiento de su enfermedad, producto de la fuerte emoción recibida. Horacio se sentía devastado por lo sucedido, ya que este desenlace lo ponía automáticamente al frente de la familia de la que por cierto, desconocía que no era originario. Perla por su parte, tuvo una jornada cargada de dolor y su joven humanidad no pudo resistir el doble golpe que le generara el alejamiento de Diego primero y la muerte de su padre después. Mientras tanto, Babi no sabía qué hacer. Se sentía muy culpable por lo sucedido. Las últimas palabras de Gustavo, le dieron la pauta de que se había enterado de la realidad sobre la paternidad de Horacio, por lo que se sentía responsable de la muerte de su esposo y la culpa la mortificaba. La situación parecía moverse al compás de una broma macabra del destino. Un día estaban de festejo y al día siguiente estaban velando a Gustavo. El ambiente pasó de la más agradable fiesta, al velorio más doloroso en una fracción de segundos. Mucha gente se acercó a la mansión para despedir a Gustavo y acompañar a su viuda y sus hijos. Andrés y Valentina permanecieron juntos durante todo el día en la mansión, acompañando a la familia. Valeria y su madre Katina hacían lo propio, acompañando fundamentalmente a Perla, quien no tenía ganas de seguir viviendo. Tras todo ese tiempo acompañándolos, Valeria le comunicó a Perla que debía irse: - Perla, lo siento, pero debo marcharme. - No me dejes amiga. No estoy bien. - Yo tampoco me siento bien. Te prometo que volveré y me quedaré contigo todo el tiempo que sea necesario. - Lo voy a extrañar demasiado – dijo Perla rompiendo a llorar. - Es tu padre Perla. Es comprensible. – dijo Valeria reasumiendo su rol contencioso. Tras esa despedida, Valeria y Katina volvieron a su casa. Mientras todo eso sucedía, Diego se había encerrado en su casa, sin saber nada de lo que había ocurrido. Estaba destrozado y no tenía el más mínimo gramo de voluntad para continuar. Ahora sí tenía un motivo valedero para rendirse. Estuvo así todo el día. No desayunó, ni almorzó. Tampoco le permitió la entrada a su madre en su alcoba. Se mantuvo así todo el día, tragando de a poco ese dolor que le provocaba, el creer que había perdido a Perla para siempre. El día pasó y a la tarde Valeria fue a visitarlo: - ¿Piensas quedarte ahí toda la vida? - Lárgate Valeria. Déjame solo. - ¿Quieres dejar de ser tan egoísta y pendejo? - ¡He dicho que te largues! ¡No quiero ver a nadie! - ¡Déjate de pendejadas Diego, por el amor de Dios! ¡Lo que está sucediendo ahora es mucho más grave de lo que te imaginas! ¡Perla te necesita hoy más que nunca! ¡¿Qué acaso no sabes que acaba de perder a su padre y que no puede soportar tanto dolor junto?! Al escuchar esas palabras, Diego se incorporó de un salto. - ¿Qué es lo que acabas de decir? – preguntó completamente descreído - Que Perla ha perdido a su padre. Murió anoche, mientras nosotros tratábamos de contenerla luego de que tú la dejaras. ¿No lo sabías? Diego no podía dar crédito a las palabras de su prima. No podía creer que la única persona de esa importante familia, que lo aceptaba tal como era, había dejado el mundo de un día para el otro. Abrumado por la noticia, se sentó en la cama y se puso las manos a la cara como tratando de entender lo que pasó. - Si te interesa un poco, mañana le darán sepultura. Ella te necesita y mucho. – dijo Valeria retirándose para ir nuevamente a casa de Perla. Al día siguiente partió el cortejo desde la mansión hacia el cementerio. La familia recibía el acompañamiento de sus amigos en todo momento. Al llegar al cementerio, se inició la ceremonia de apertura y mientras esta se realizaba, Diego llegó en el coche de su madre y observaba la ceremonia a la distancia. Cuando Babi y sus hijos se retiraban del lugar, Diego avanzó hacia la tumba de Gustavo y se quedó parado frente a ella, observándola. No podía entender cómo pudo haber sucedido: - A veces no comprendo por qué suceden estas cosas. Creo que a los grandes caballeros como usted, la vida nos tiene preparado un lugar al lado de Dios. – decía Diego tratando de hablarle a quien en vida, pudo haber sido su suegro. En ese momento, cuando Perla iba acompañada de su madre, una suave brisa acarició su rostro, haciéndola volver la vista atrás. Solo así pudo descubrir a Diego parado frente a la tumba de su padre. Perla se soltó de su madre y fue a verlo, a pesar del pedido de Babi para que no lo haga. - No esperaba verte aquí – gimoteó Perla acercándose a espaldas de Diego. - Tu padre me demostró ser una persona respetable. No podía quedarme sin despedirlo – respondió Diego. - Te necesito – pidió Perla. Diego se volteó para verla. Estaba ahí, detenida, desesperada, sin quien la consuele. En un acto de piedad, abrió sus brazos permitiéndole a Perla abrazarlo. Ella se aferró a él como la primera vez arriba de su motocicleta y él acariciaba su cabello tratando de consolarla. - Preciso caminar un poco – volvió a pedir Perla. Diego accedió y fueron caminando por el parque. - La verdad no entiendo. ¿Cómo es que una persona como tu padre nos haya dejado de esa forma? Con tantas cosas que tenía, irse así sin más. - Yo tampoco lo entiendo. – respondió Perla. - Perla lo siento mucho. Tuve la suerte de conocerlo. Fue él quien me dio la confianza plena para poder ir a tu fiesta. Y fue él quien me dio la confianza para ir por ti. Se lo que debes estar sintiendo ahora – expresó Diego. - No tienes idea de lo que estoy sintiendo. Estoy sufriendo muchísimo. En menos de una noche, perdí a dos de las personas más importantes de mi vida. Mi padre era mi amigo, mi compañero. Yo era su predilecta, su favorita, su princesa. Ahora me siento sola y desprotegida sin él. - ¿Y la otra persona? – preguntó Diego. Perla se detuvo y lo miró sin entender nada. - ¿Tú piensas lo que preguntas? ¿Acaso crees que tan poco has valido para mí? ¡Diego, eres el amor de mi vida! ¡No puedo estar sin ti! ¡Entiéndelo, por favor! Si tú no estás, mi vida no vale nada. Ya perdí a mi padre. Por favor, no quiero perderte a ti también. Estamos a tiempo. ¡Regresa conmigo por favor! – suplicaba Perla llorando. - Perdóname Perla. Pero necesito estar solo. Ahora no puedo hacerlo. – se excusó Diego con un tremendo dolor en el alma. Luego de eso, dio media vuelta y siguió su camino, yendo en búsqueda del coche de su madre. Durante el viaje, no paraba de pensar en Perla y en el rechazo que hiciera a su pedido de volver a estar juntos. Definitivamente, el recuerdo lo nublaba y no le permitía prestar atención al camino que venía tomando. Manejó así durante todo el día. Esa mañana, Diego no regresaría a su casa. Por la tarde, Katina se despertaría de una prolongada siesta. En ese momento, observaría a Luque sentado en su sillón y con la mirada atenta a las noticias de la tarde. Un terrible accidente de tráfico llamaba su atención. - ¿Luque que haces mirando esas cosas? – preguntó Katina. - No vas a creer lo que te voy a decir. Pero… ese coche me es familiar – decía Luque acercándose al televisor. La noticia mostraba como un automóvil fue arrollado por un autobús. - ¿Cómo dices? – preguntó Katina sentándose a su lado. - No lo sé… Pero ese coche me parece que es… - y cuando alcanzaron a enfocar la placa identificadora, cayó en la cuenta de que coche se trataba - ¡EL AUTO DE GIN! ¡ES EL AUTO DE MI HERMANA GIN! - ¡No puede ser! ¡Dios mío, no puede ser! – gritaba Katina - ¡Voy a ver si está Diego en su casa! ¡Tú trata de localizar a Hugo! – ordenó Luque. Katina llamó al móvil de Hugo, pero él al ver la llamada colgó. No quería atenderla después de la amenaza que le hiciera, si no le contaba la verdad a Gin. Katina volvió a insistir dos veces más y la respuesta seguía siendo la misma. Enojada por la gravedad de la situación, le envió un mensaje de texto para que la atendiese. Hugo lo leyó y esperó el llamado. - Katina ¿Qué carajo quieres? – contestó Hugo muy enojado aun. - Cabrón de mierda, nunca más me hagas eso. Necesito hablarte de algo urgente. - Bueno pues, ¿dime de qué se trata? - Escucha lo que te voy a decir Hugo. Por favor, se fuerte. - Katina, por Dios ¿dime que sucede? - exigió Hugo desesperado. Pero cuando Katina iba a responder, vio que Luque había traído a Gin a su casa. En ese momento la duda era, si Gin estaba ahí ¿Quién había tenido el accidente? La respuesta llegó con el desgarrador grito de Gin al ver el informe del accidente. - ¡Katina! ¿Qué sucede ahí? – preguntó nuevamente Hugo al escuchar desde el teléfono el grito de Gin. - Hugo… Tu hijo tuvo un accidente muy grave… Lo arrolló un autobús. – dijo Katina con voz temblorosa. Hugo quedó paralizado. - No… No puede ser… Mi hijo no… ¡Mi hijo no! – gritó Hugo - Lo lamento mucho Hugo – dijo Katina al borde de las lágrimas. - ¿Dónde dicen que está? – preguntó Hugo desesperado. - Lo llevaron al Hospital - Voy para allá – dijo Hugo y fue en búsqueda de su camioneta. Luque por su parte, tomó a Gin, Katina y Valeria y fueron también hacia el Hospital. Cuando llegaron se reencontraron con Hugo. La situación de Diego era desesperante. Varios politraumatismos y órganos lesionados, graficaban un panorama muy desalentador. Gin lloraba desconsoladamente y era contenida por su hermano. Hugo por su parte, recibía la contención de Katina y Valeria. Los cinco estuvieron todo el día a la espera de alguna novedad. Al anochecer, Luque y su familia debían marcharse. Después de casi un mes sin verse, Hugo y Gin volvían a reencontrarse. Estaban sentados con dos bancos de por medio. Ninguno se animaba a hablarse con el otro, hasta que Hugo tomó la iniciativa. - No puedo creer que haya sucedido esto. - Yo tampoco. No esperaba de él una cosa así – respondió Gin. - Me duele mucho. Siento que soy responsable de su estado actual. No debí jamás haberme alejado de ustedes. – dijo Hugo al borde del llanto. - No te culpes – dijo Gin corriéndose un banco hacia él – Fue algo imprevisible. Ninguno podría haberlo evitado. - Yo sí Gin. Yo sí. Debí estar con él, permanecer a su lado. Si no lo protegía, hoy… hoy no estaríamos pasando esto. Gin se corrió un banco más y terminó por ponerse al lado de él. No pudo evitarlo, pero el rostro abatido de Hugo la conmovía. Sin poder evitarlo, acarició su rostro y él respondió besándole la mano. Gin volvió a hablar: - Hugo, hay algo que debes saber. Todo esto me está destruyendo por dentro. Me siento destruida. Me siento morir. Si le pasa algo, me muero Hugo. Me muero. – y comenzó a llorar. Hugo la tomó entre sus brazos y trató de consolarla. - Gin, Diego no se va a morir. Te lo prometo. Voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para que no le suceda nada. Diego no va a morirse. - Tú no entiendes Hugo. No entiendes… Me estoy muriendo – respondió Gin llorando. Hugo no entendía nada de lo que le decía Gin. No comprendía lo que le estaba diciendo o lo que le trataba de decir. - Pero mujer ¿por qué dices eso? - ¿Recuerdas cuando me confesaste que me fuiste infiel? Hiciste bien en dejarme. Hoy en mi estado actual solo sería una molestia para ti. - Pero Gin ¿Cómo puedes decir eso? A pesar de todo lo que sucedió entre nosotros… Yo te sigo amando. Nunca serás un problema para mí. No te entiendo. ¿Qué quieres decirme con todo esto? - Hugo… Tengo leucemia. Me la detectaron el día después de esa descompensación que tuve. Por eso creo que no debes estar cargando conmigo y que mereces rehacer tu vida cuanto antes. Hugo quedó pasmado con esa noticia. No lo podía creer. Aun así, decidió seguir insistiendo: - Basta Gin. Tú nunca fuiste una carga para mí y no lo vas a ser ahora. No te voy a dejar sola, ni a ti ni a Diego. Los dos son mi familia y con los dos lidiaré lo que sea necesario por cuidarlos. –y dicho esto, volvió a abrazarla y quedaron así toda la noche. A la mañana siguiente, Hugo despertó y descubrió que Gin dormía abrigada en sus brazos. No pudo contenerse al verla así dormida y le regaló un beso en su frente. Gin despertó y con los ojos semicerrados empezó a hablar: - Te has bancado toda la noche en esa posición machote. - Se ve que aun no sabes lo que soy capaz de soportar por ustedes. – dijo Hugo sonriendo. - Pues ya veo de lo que eres capaz. Gracias por cuidarme. – agradeció Gin. - No debes darme las gracias. Eres mi obligación. Me debo a ti. - Hugo – dijo Gin tratando de poner las cosas en su lugar. - Nada. No digas nada amor. Aunque estemos como estemos, nunca dejaré de estar por ti y para ti. Sigues siendo mi amor. Te sigo amando. Dios mío, este mes pareció eterno. No puedo aguantar estar sin ti. – dijo Hugo. Al escuchar a Hugo decir estas palabras, Gin se volvió a reacomodar y a acurrucarse para dormir nuevamente sobre sus brazos. Sin embargo, el sueño duraría poco. En ese momento, Perla ingresó al Hospital completamente desesperada. Fue así como la hallaron Hugo y Gin. - Perla. Hija mía ¿Qué haces? – preguntó Gin al verla desesperada. - Gin, dime que se va a poner bien. Dime que no se va a morir. Por favor dime que está vivo. Dime que está bien. Quiero verlo. ¡Por favor, Gin! – palabreaba Perla hablando a alta velocidad. - Calma hija, calma. No desesperes por favor. El está bien. El accidente que tuvo fue muy grave, pero vivirá. – respondió Gin tratando de llevar calma. Quien no tenía calma era Hugo, ya que nunca tuvo la posibilidad de conocer a Perla. Y su gran parecido a Babi, lo asustaba. - Quiero verlo – pidió nuevamente Perla. - No puedes hija. No puede recibir visitas – respondió Gin. En ese momento, mientras todos estaban afuera, Diego despertó. Sin embargo, en su entorno no había absolutamente nada, más que un gran cuarto oscuro. Se miró las manos y no estaba entubado, ni tenía sondas. Solo una tenue luz que bajaba del techo, iluminando su cama, era su única compañía. De repente, una extraña chispa apareció frente a él y de ella comenzó a emerger una fuerte luz que comenzó a abrir un extraño portal. Parecía como un portal interdimensional. Al verlo, se levantó de la cama y comenzó a caminar hacia él, pero en el momento en que lo iba a cruzar, un hombre vestido de blanco salió a su encuentro. - Perdón, ¿pero donde están todos? – preguntó Diego. - Eso deberías saberlo tú. Lo que me pregunto, es que haces tú en este lugar. – dijo el hombre. - Si lo supiera se lo diría. - Pues tú no deberías estar aquí. Tienes que estar allí abajo, Diego Líbera. - ¿Cómo sabes mi nombre? ¿De dónde me conoces? ¿Y qué es el "allí abajo"? – preguntó Diego sin entender. - Diego, mira – dijo el hombre sentándolo en un banco ubicado al costado del camino – sé muchas cosas de tu vida, como también se mucho de tu padre. Él era mi amigo y éramos como hermanos. El en este momento está sufriendo mucho por ti. Se culpa de lo que te ocurrió y lamentará mucho el no tenerte. Y fíjate que cuando tú naciste, él fue el hombre más feliz del mundo. Yo lo sé, porque yo lo vi. Yo estuve en ese momento especial de él. Siempre estuve y siempre estaré. - Pero ¿Qué le sucedió? ¿Por qué está aquí ahora? – volvió a preguntar Diego. - Diego, cuando era joven tuve un accidente que me costó la vida. Desde ese momento, me convertí en el Protector de tu padre y estuve con él en los momentos más felices de su vida, acompañándolo como siempre. Además, de no haber tenido ese accidente, yo podría haber sido tu tío. - Un momento… ¿Tú eres el Pollo? - Así es. El amigo de tu padre. Y como tal, quiero pedirte que no abandones a tus padres, ni a tus tíos. Ellos te necesitan más que nadie. Y por favor… No incurras en los mismos errores que cometimos en el pasado tu padre y yo. – advirtió Pollo. - ¿Sus errores? - Diego, estuve observándote en todo este tiempo. Sin lugar a dudas llevas una gran vida y has tenido la posibilidad de conocer a una niña muy buena. Por favor, no la hagas sufrir. No cometas el mismo error que yo. Yo amaba mucho a tu tía Katina. Y por querer impresionarla, mírame donde estoy. Tu padre tuvo un gran amor, al cual renunció para conocer a tu madre. Por favor, no niegues el amor que sientes por Perla. Es una muchacha muy sensible. Y te ama. - Lo haré – dijo Diego – No renunciaré a ella. - Ah! Por cierto… Antes de despedirme. Si por esas casualidades de la vida, tu padre decide rehacer su vida, por favor… No te enojes mucho con él – pidió Pollo. - No lo haré, lo prometo. Solo quiero saber por dónde y cómo volver. Pollo se puso frente a él y se quedó parado mirándolo. Diego no comprendía nada, cuando de repente Pollo le pegó una fuerte palmada en el pecho. Diego sintió en ese golpe, una potente descarga de alto voltaje y sintió nuevamente que había vuelto a su letargo. Lo que había sucedido, fue que Diego había entrado en paro y estuvo muerto durante un largo lapso de tiempo. Afuera de la sala, su familia estaba desesperada rogando a los médicos que salven su vida. Finalmente, todo tuvo un final muy satisfactorio y Diego había vuelto a vivir. Mientras Diego descansaba, afuera de la sala Gin se había quedado con Perla esperando su evolución. Mientras estaban, comenzaron a charlar. - Lamento mucho lo de tu padre – dijo Gin. - Fue muy duro. Pasó de golpe. Y ahora Diego. Dios, no soporto más tantas desgracias. - Imagino cómo te debes sentir. Yo pasé por lo mismo de muy joven. Diego no tiene abuelos de mi parte, solo lo tiene al padre de mi esposo. - Lo siento mucho Gin. – dijo Perla. - Ya mi niña. No te sientas así. – respondió Gin abrazándola. En ese momento, el médico de guardia salió de terapia y tanto Hugo como Gin y Perla fueron a preguntar por Diego. - Familia, en este momento está descansando. Pero debo informarles, que para el horario de visitas, solamente uno de ustedes podrá ir a verlo. – informó el doctor. Hugo miró a Gin como queriendo que sea ella la que lo vea, pero Gin al recibir la mirada de Hugo agachó la vista hacia Perla - Deberías ir tú – dijo Gin. Hugo asintió y fue Perla la elegida para ir a verlo. Cuando llegó el horario de visitas, Perla entró a la sala para ver a su amado. - Amor mío. ¿Cómo pudiste hacerme esto? Siento que me muero. Perdí a mi padre, ahora tu estas que te debates entre la vida y la muerte. No lo puedo tolerar. Te amo. Te amo demasiado. Te necesito conmigo. No aguanto más. Me muero por ti, Diego. No me abandones por favor. Te amo. Te amo. – dijo Perla, llorando a su lado y tomándolo de la mano. De repente, Perla sintió que Diego la tomaba fuertemente de la mano, respondiendo al estímulo de su amor. - Yo… también… te amo… No te… abandonaré… - balbuceó Diego, despertando la felicidad de Perla, que apoyó su cabeza sobre su mano, con los ojos llenos de lágrimas.
Posted on: Mon, 19 Aug 2013 07:40:58 +0000

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