Este noviembre que me trae tantas cosas, me trajo esta que quiero - TopicsExpress



          

Este noviembre que me trae tantas cosas, me trajo esta que quiero compartir. YO NACÍ EN NOVIEMBRE DE 1990 Estaba en la terraza mientras que las luces titilantes se iban acercando al ritmo del anochecer, desde el centro, hasta mi casa en tres esquinas al borde del Pan de Azúcar y justo al lado de una garita de vigilancia de los que cuidan el barrio. Ahí apuntando con su fusil estaba Careteta, uno de los muchachos que creció conmigo y que milagrosamente y hundido como ningún otro en el combate armado, había permanecido con vida y oculto de la parca durante muchos años. Aunque era un verdadero veterano, aun seguía en su garita. Yo tomaba algunas fotos y le apuntaba a la ciudad con mi cámara. Él Me veía fotografiar la nada oscura que le parecía el centro y le apuntaba con su fusil a cualquiera en el barrio. Yo disparaba, pero él no, aun estaba temprano. Después de muchos años en el mismo ritual nocturno ese día se atrevió a preguntar desde su garita, yo me atreví a responder desde mi terraza. ¿Cuántos años tenés ya?. Yo le respondí con una sonrisa y entre ella le dije: Yo nací en 1990. Se quedó dubitativo, yo mirando la ciudad, pensando en la próxima foto y en su próximo disparo. Yo nací en noviembre de 1990. Cuando abrí los ojos por primera vez, no reconocí el cielo encapotado que repartía nubes grises por todo el centro de Medellín, no olí el asfalto vaporoso que se diluía entre la atmósfera condensada sobre la larga Maracaibo cuando atravesaba Junín y Palacé, no saboreé mi propia garganta en su resequedad primera, ni mucho menos percibí en mi tacto la compañía que hoy podría testificar mi alumbramiento, pero que sigue engolosinado con el gatillo de su fusil y entre su garita. Eso si, mis grandes y trasparentes ojos fueron penetrados y en asalto, por las primeras palabras, las primeras letras encadenadas, la primera sentencia. Nací con la respiración quebrada, con el pulso lento pero el corazón a mil, los brazos encogidos sobre el aire húmedo del lugar, resbalando mis pensamientos en sutiles lágrimas y con las piernas temblorosas aunque naciera de pie. Me quise doblar, encapotar mis retinas, diluirme en el aire tenso de la avenida, resecarme en mi garganta y palpar, como si pudiera desde otro lugar, mi propio natalicio. En ese instante fui arrollado, a través de mis inocentes pupilas, por la pregunta categórica que me llevó del limbo, a la existencia: “Será Muerte vivir tanto?”. Yo nací ese miércoles en la tarde, una de esas lluviosas que aparecían rebeldes en las acostumbradas tardes primaverales de fin de año. Yo nací cinco minutos antes de que empezara a proyectarse en 35 milímetros la historia que todos supimos luego de memoria. Yo nací mirando fijamente aquellas palabras, sonorizando en mi mente esas baquetas que le pegaban al viento tenso de Medellín, detallando la nube raída que acompaña los pasos melancólicos de Rodrigo y preguntándome por el color solarizado que tenía aquella fotografía. Aunque mi madre pujó por mí en su cama, guiada por la partera del barrio las Golondrinas, con mi padre como testigo silencioso, en casa de la mamita Aya, y aunque yo gritara tras la palmada, llorara de hambre, creciera entre el mismo mameluco, gateara por el cemento helado de la vieja casa, corriera tras un gato inofensivo y respirara como cualquiera, vine a este mundo tan solo esa miércoles en la tarde. Yo nací en noviembre de 1990, al lado de quien hoy es vigía perpetuo del barrio desde su garita y frente a un afiche recién colgado en la vitrina del viejo teatro Ópera, a donde llegamos mi amigo y yo, en búsqueda de un destino. Esa tarde presentaban por primera vez y fuimos testigos de aquello; la realidad esculpida en fotogramas, el barrio retenido en cuadros sucesivos, la vida en imágenes y la muerte como banda sonora. Esa tarde gris que nací, a mis 13 años, estrenaron la película Rodrigo D para la ciudad, y yo me estrené para Medellín, para llevarla en mis deseos, para retratarla en mis encuadres y para colorizarla en mis propios fotogramas. Es por eso que siempre que me preguntan dónde y cuando nací, así sea Careteta, mi amigo silencioso de siempre, testigo de mi alumbramiento y forjador de su propio destino, respondo que en la calle Maracaibo entre Junín y Palacé, mirando al cielo, en noviembre de 1990. Yo no quise preguntar cuantos años tenía él, quizás ya sabía la respuesta. Entonces alisté el obturador de mi cámara y él, una vez más, sobó ansioso su gatillo. Gustavo Galeano
Posted on: Thu, 21 Nov 2013 04:18:33 +0000

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