LAS TENTACIONES DE JESÚS EN EL DESIERTO Primera tentación: "Si - TopicsExpress



          

LAS TENTACIONES DE JESÚS EN EL DESIERTO Primera tentación: "Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan". El pan es símbolo de vida en el Antiguo Testamento. Al hacer esta sugerencia, Satanás propone a Jesús una ley del Antiguo Testamento según la cual Dios premia al justo y castiga al impío, y el premio consiste en bienes temporales, los cuales en el Reino venidero se tendrán en abundancia, pues según el Salmo 72 "Habrá en la tierra abundancia de trigo, en la cima de los montes ondeará como en el Líbano al despertar sus frutos y sus flores, como la hierba de la tierra". Satanás propone, a manera de prueba, un mesianismo material que nada tiene que ver con la misión de Jesús. Segunda tentación: "Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: a sus ángeles te encomendará, y te llevarán sus manos, para que no tropiece tu pie con piedra alguna". Los signos y prodigios son parte del mesianismo judío, basta leer Eclo 36,5 para notarlo: "Renueva las señales, repite las maravillas, glorifica tu mano y tu brazo derecho...", o también el pasaje de Ex 17,1-7 cuando Israel moría de sed en el desierto y pedía a Moisés que mostrara el poder de Dios haciendo un milagro. En esta tentación Satanás quiere que Jesús haga lo mismo; si Dios dijo "este es mi Hijo Amado", que demuestre Jesús que lo es con un milagro. Si de verdad es Dios, que lo compruebe. Tercera tentación: "Todavía le lleva consigo el Diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos de la tierra y su gloria, y le dice: todo esto te daré si te postras ante mí y me adoras". La posesión de la tierra se convirtió en una promesa para el pueblo escogido, y Jerusalén sería la ciudad a la que se someterían todos los pueblos de la tierra (Is 60; Zac. 4); pero el mesianismo del Siervo implica un Reino de servicio y no de poder. Satanás le propone aquí a Jesús invertir los papeles: que se convierta en un Mesías de poder, en un líder político. SEGUNDA TENTACION. En la segunda tentación se pone en juego también una forma de concebir la filiación divina, pero aquí no se la relaciona tanto con la necesidad del hombre y con la condición humana, sino más bien con la misión de Jesús. Es posible que lo que pide el demonio, sea un gesto inequívocamente mesiánico, conforme con determinadas esperanzas populares que anunciaban que el Mesías aparecería en el alero del Templo. En cualquier caso, precisamente porque Jesús no está aquí en verdadera necesidad, la protección de Dios y la aparición de los ángeles serían para Jesús, una prueba absolutamente decisiva de hasta qué punto estaba Dios con El y hasta qué punto podía El disponer de Dios. Exactamente la misma prueba que reclamaba el pueblo ante las dificultades del desierto: "¿está Dios con nosotros o no?" (Ex 17, 7). Una prueba así habría eliminado toda oscuridad en la misión de Jesús, habría hecho imposible el grito, ya comentado de Mc 15, 34. que es precisamente el reverso de lo que promete aquí el demonio, Jesús cae, en el seguimiento de su misión, y Dios parece dejarle caer. La predicación de Jesús y su pretensión de la utopía humana, ya no arrancarían de aquella conciencia del ser de Dios y de su intimidad con El que expresaba el Abba, sino que arrancarían de lo seguro y lo definitivo de la prueba dada. Jesús caminaría en adelante por un sendero en el que no cabe el espacio de riesgo y de ambigüedad que hay en toda vida y en toda misión humana, cuando se quiere ser fiel a lo que ha sido comprendido como la tarea de uno: el riesgo del profeta, del mártir, de la vocación... en una palabra, el riesgo de la fe. Su misión sería distinta de todas las misiones humanas al no haber en ella espacio para la fe. Las dificultades que trajese serían sólo de carácter material, puesto que las cartas estaban vistas de antemano. Jesús es el hombre nuevo, el nuevo Adán. Un mesianismo con el prestigio de la espectacularidad, o un mesianismo en la anonimidad y el ocultamiento que da el servicio desinteresado a la condición humana: éste parece ser el dilema definitivo. La religiosidad, judía o griega, con sus concepciones sobre los enviados divinos, habría optado por el primero. Jesús no: su intimidad con Dios y la conciencia de su unión con El no los utiliza para privilegiar su misión Esto habría sido, para Jesús, "tentar a Dios" (Mt 4, 7). Lo que leyó la comunidad pascual en la vida del Jesús terreno es que había llevado a cabo su misión con la fe y el riesgo propios de todas las misiones entre los hombres. De esta forma, su fe enmarca y funda la nuestra (Hb 12,2). Jesús va al desierto para ser “tentado” por el diablo. La palabra usada lo mismo puede significar “tentación” en el sentido de solicitar al pecado, que indicar, simplemente, ser sometido a prueba. El desierto aparece en la literatura judía y oriental como lugar donde moraba: los malos espíritus, y en especial los demonios como los dicen otros relatos evangélicos. Pero tiene también otro sentido mesiánico, además de lugar de penitencia y aislamiento. Las comunidades de esenios y Qumrán son un claro ejemplo de ello. El diablo significa, conforme a su etimología “echador,” en sentido de acusador, calumniador o tentador. Se decía que su oficio era triple, solicitar al hombre al pecado (cf. Zac 3:1; Job 2:6ss), acusarlo luego ante el tribunal de Dios y aplicar la muerte en castigo al pecado; de ahí llamarle en la literatura rabínica, “el ángel de la muerte.” El tiempo que se establece para esta tentación es de cuarenta días y cuarenta noches. Podemos fijar atención en esta cifra, es de ambiente bíblico, así es como se menciona en el diluvio (Gen 7:12), también en la estancia de Moisés en el Sinaí (Ex 24:18), lo mismo en los años de Israel en el desierto (Núm. 14:33-34). Continua el relato con esta forma; “Le llevó entonces el diablo a la Ciudad Santa” ¿es el diablo quien tiene la iniciativa?, es un enigma, pero la expresión muestra que este sujeto tiene la iniciativa, pero sin exigir una acción física. Desde allí, el diablo interviene para que Jesús esté en la “Ciudad Santa,” Jerusalén, y sea “puesto” sobre el “pináculo” del Templo, probablemente era la techumbre desde donde se lograría mejor la espectacularidad de la propuesta que el maléfico hace. En una de las concepciones rabínicas se contaba precisamente que el Mesías se revelaría estando de pie, sobre el techo del Templo, para anunciar a Israel que su redención había llegado. En aquel ambiente, y a la hora de los sacrificios, hubiese sido un prodigio tal que acusaría ser él el Mesías. De nuevo Jesús rechaza la tentación con la Escritura: “No tentarás al Señor tu Dios,” que se refiere al Dt 6:16, y se alude con él al pasaje del Éxodo cuando, faltos de agua en el desierto, exigían los israelitas a Moisés un milagro. “¿Por qué tentáis a Yvwv?” les dijo Moisés (Ex17:2). Nuevamente Jesús, confiando en la providencia de Dios, rechazo la tentación. No era “confiar” en Dios y arrojarse exponiendo su vida, y esperar que Dios milagrosamente lo salvase. Los ángeles protegen al “justo” (Sal 91:11ss), pero no al temerario suicida. Y esto suponiendo que no le propusiese tirarse, por lo descabellado, desde una altura 180 metros, (altura estimada según el historiador Judío Flaviano Josefo) Sobre estas tentaciones mesiánicas, se lee que muchos han pensado que fue una victoria ejemplar y eficiente de Jesús sobre las tentaciones y pecados genéricos de los hombres, tales como la gula, la vanagloria y la soberbia, que cita San Juan (1 Jn 2:16). Así se podía Jesús compadecer de nosotros y animarnos en la lucha: “Confiad, yo he vencido al mundo” (Jn 16:33). Para otros significan la absoluta impecabilidad de Jesús: “¿Quién de vosotros me argüirá de pecado?” (Jn 8:46). Otros querían ver que en el desierto donde Israel fue tentado y pecó, Jesús supera aquella conducta. Se comprende bien que Jesús, después del bautismo y antes de su vida pública de Mesías, se hubiese retirado algún tiempo a la oración, como hacía en otras ocasiones, máxime en momentos trascendentales, y que fuese este lugar una región desértica. Sin embargo llama mucho la atención toda la escena que se relata, así como el diálogo Satánico del Génesis — que el demonio, al estilo de Job ante Dios, se ponga, sin la menor extrañeza, en diálogo con Jesús. Y si Jesús va realmente al desierto para ser tentado por el diablo, es extraño que ni allí, en el desierto, esta Jerusalén ni ninguna montaña altísima. Aparte que las tentaciones son presentadas como un lucha — entre Jesús y Satanás — de textos bíblicos. Es así como el relato muestra que la lucha se desarrolla en la forma de una discusión entre conocedores de las Escrituras. Decía al principio de este comentario, que nos encontramos con uno de los relatos más misteriosos e incomprensible o enigmático de los evangelios según san Mateo, en el se expone un elemento diabólico; la tentación. Así es como hay que responder ahora algunos interrogantes. Primero, ¿por qué el Mesías va al desierto a “ayunar” y a ser “tentado por el diablo,” y para ello, además, es “movido” o “llevado” por el Espíritu Santo? Esto es ya un misterio, pero que Dios traza. Son los planes de Dios. Y en estas “tentaciones” A prueba,” en la primera ¿y por qué el Mesías tiene “hambre”? No se resuelve por el expediente fácil del milagro, sino por el abandono a la Providencia de Dios. Si se hubiese hecho conforme a la proposición diabólica, el Mesías no seguiría el mesianismo profético, espiritual y de dolor (Isaías), que Dios trazó. La segunda “tentación,” de bajar en la hora esplendente del Templo en manos de ángeles — ¿la gente vería los ángeles? —, era provocar el mesianismo por aclamación de triunfalismo espectacular. Lo que no era el Mesías profético, que triunfaría, finalmente en la cruz. La tercera “tentación” era exponer que Jesús no recibe el poder de Satanás — como los fariseos decían de los milagros de Jesús —, sino de Dios. No era por recursos políticos — piénsese en tantos tronos de entonces logrados por sangre, en el fondo, por Satanás —. Es verdad que en el salmo 2:6.8 se prometen al Mesías los reinos de la tierra. Pero éstos no le vienen por donación de Satanás, que no tiene, sino de Yhwh. Lo llamaron en vida “endemoniado” y que realizaba prodigios en virtud del diablo. Es aquí la proclamación de los poderes mesiánicos, y del mesianismo universal, que Dios le dio. El ansia judía de poder autónomo, aunque teocrático, pero político, encuentra aquí su respuesta. Jesús-Mesías rechaza ese poder político. ¿Acaso se quiere insinuar por rechazo, que esos otros falsos mesianismos y aspiraciones judías son Satánicos? Jesús es el gran vencedor de Satanás y su obra: no se inclina ante él para recibir el mesianismo: ni en lo religioso ni en lo político. Es la gran confesión que se hace del mesianismo de Isaías del “Siervo de Yhavé.” Es el mesianismo profético, el auténtico. Es el mesianismo espiritual y de sufrimiento. Es el mesianismo de la Verdad, que trae Jesús, el Hijo de Dios, como mensaje del Padre: éste es el mesianismo salvador. Y con este cuadro también se adelanta y confirma la temática fundamental evangélica: la victoria de Jesús contra Satanás, el gran enemigo del Reino Estas “tentaciones” no son hechos aislados, al comienzo de la actividad de Jesús, aunque es muy probable que, iniciando su mensaje, él haya debido superar alguna prueba, sino expresión del conflicto permanente de su vida y de su obra. Eran muchos los judíos de su tiempo que habrían optado por el Diablo. Son muchos los cristianos posteriores que han seguido al Tentador, pues la Iglesia sigue estando en la misma situación de prueba y debe decidirse, y no siempre lo ha hecho (ni lo hace) en la línea de Jesús. Así ha planteado el tema F. Dostoievsky Si hubo alguna vez en la tierra un milagro verdaderamente grande fue aquel día, el día de esas tres tentaciones. Precisamente, en el planteamiento de esas tres cuestiones se cifra el milagro. Si fuese posible idear, sólo para ensayo y ejemplo, que esas tres preguntas del Espíritu terrible se suprimiesen sin dejar rastro en los libros y fuese menester plantearlas de nuevo, idearlas y escribirlas otra vez, para anotarlas en los libros, y a este fin se congregase a todos los sabios de la tierra... ¿piensas tú que toda la sabiduría de la tierra reunida podría discurrir algo semejante en fuerza y hondura a esas tres preguntas que, efectivamente, formuló entonces el poderoso e inteligente Espíritu en el desierto?... Porque en esas tres preguntas aparece compendiada en un todo y pronosticada toda la ulterior historia humana y manifestadas las tres imágenes en que se funden todas las insolubles antítesis históricas de la humana naturaleza en toda la tierra (Los hermanos Karamásovi, en Obras completas, III, Aguilar, Madrid, 1964, 208) Como sabemos, en aquel tiempo el problema del hambre resultaba intolerable. El mismo Jesús pertenecía a la clase de los campesinos sin tierra, de los artesanos precarios, hallándose cerca de los mendicantes y mendigos de diverso tipo. ¿Qué significaba en ese contexto dar pan, convertir las piedras del desierto en pan? Los terratenientes y terratenientes se habían convertido en dueños de un pan que ellos empleaban para imponerse así sobre los pobres. Pues bien, Jesús no quiere asumir el camino de Satán, resolviendo desde arriba el problema del pan, para así alimentar desde fuera a los hombres, pues con ello acabaría construyendo un nuevo tipo de imposición, más perversa que todas las anteriores. Jesús no quiere “convertir las piedras en pan”, sino cambiar a los hombres, para que compartan el pan Pues bien, en contra de eso, para Jesús el hombre es, ante todo, libertad para el amor, de manera que la economía está al servicio de la comunicación humana. Por eso rechaza la propuesta del Diablo, que ha sabido dónde está el primer problema de los hombres, pero que lo ha presentado de forma equivocada, entendiendo el pan en forma de imposición y “milagro” externa. Jesús sabe con el Diablo que el problema del pan es primordial y por eso lo ha puesto en el centro de su proyecto de reino, pero no en forma de medio para la imposición y división de clases (pan para el poder y para la adoración), sino como expresión de comunión, desde la perspectiva de la palabra, es decir, de la comunicación y del amor, pues el hombre vive de la palabra de Dios y esa palabra se expresa en forma de comunicación del pan. Una de las mayores tentaciones del mundo de hoy es la riqueza mal repartida, que condena a millones de personas al hambre, la falta de lo necesario para que un ser humano viva con dignidad. Siempre existen las tentaciones de la vida que nos proponen que hagamos lo que está, pero elegimos caminos facilistas que nos conducen al mal. El demonio, no le dijo a Jesús que abandonara su misión como Hijo de Dios, sino que, lo tentó hacer lo que el diablo quería. Por tanto, las peores tentaciones no las que nos conducen a la ausencia de Dios en nuestras vidas, entonces el desamor nos impide ser "hijos de Dios", predicando el Reino en la opción son los pobres
Posted on: Sat, 17 Aug 2013 20:13:13 +0000

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