Lo reconozco, desprecio profundamente a los "tirapiedras". En realidad, aún cuando siempre considere las condiciones de injusticia social que origina al delincuente emergente y colabore con la política que modifique esas condiciones, apoyando todo plan de integración y ayuda que se pueda dar a los marginales, tanto como que promueva todos los intentos que puedan hacerse para revertir su conducta, no dejo de reconocer al delincuente consumado, consuetudinario , profesional, asumido, como un enemigo del pueblo. No puedo olvidar que hay muchos otros que sufrieron y aún sufren similares condiciones de privación, y continúan intentando su supervivencia sin dañar a otros. Tanto como no puedo aceptar que otros ciudadanos sean atacados por esos lúmpenes que sólo van por su propia codicia. En tal sentido, reclamo y avalo la legítima represión del delito por las fuerzas del Estado. Sin embargo, una variante especialmente deleznable de esa actividad militar contra el propio pueblo que me produce un rechazo visceral, es la de estos predadores de autopista que utilizan la técnica de apedrear, provocar accidentes y caer como hienas carroñeras sobre el cuerpo herido de su presa a quitarle la billetera. ¿Porqué ellos despiertan mi odio? No lo sé. Quizás se trate de una reacción primitiva, tal vez su acción invoque reflejos militares de defensa de la manada provinientes del oscuro fondo de mi ADN. Lo cierto es que, si por mi propio reflejo primitivo me condujera, simplemente contestaría sus proyectiles con plomo, como justa retribución. O solicitaría que se los castigue con lapidación, para establecer una proporcionalidad. Mas, sólo soy un ciudadano civilizado. Por tanto, me conformo con que se pongan de novios en la cárcel.
Posted on: Tue, 27 Aug 2013 23:08:45 +0000