Los desfachatados que esquivan el aula Maestro, bombero, - TopicsExpress



          

Los desfachatados que esquivan el aula Maestro, bombero, abogado o médico. Las vagas ideas sobre el futuro laboral que se figuran la mayoría de los niños giran en torno a una acotada lista de carreras tradicionales. Pero no fue así para Juan Martín Gerona, que de chico decía que quería tener una empresa de camiones y hoy, a sus 27 años, se puede decir con certeza que cumplió su sueño. En 2009 arrancó Perfice, una firma que en la actualidad cuenta con unos 20 camiones y 50 empleados. «Martín va a tener una gran empresa de camiones cuando sea grande, pero ahora tiene que prestar atención en clase», le dijo una vez la maestra a su madre; es que él solía distraerse mirando por la ventana máquinas trabajando. Nunca fue muy amante del estudio, por lo que cuando cursaba quinto de liceo decidió ponerse a trabajar. Sin duda tiene un perfil «comercial, atrevido, tal vez careta», pero cuenta con Federico Raquet, su amigo de toda la vida que es contador y el «cable a tierra» en la sociedad que construyeron y que les permitió ganar una licitación con una multinacional de gran porte en 2011. Salvando las distancias, Gerona tiene algo que lo une a Bill Gates, el fundador de Microsoft, Steve Jobs, de Apple, Richard Branson, de grupo Virgin y hasta al mismísimo Walt Disney. Ninguno de ellos obtuvo un título universitario pero consiguieron empresas exitosas gracias, en gran medida, a esa audacia fundamental en el mundo de los negocios. Gates, uno de los hombres más ricos del mundo, siempre consiguió buenas notas y llegó a estudiar en Harvard, pero decidió abandonar la carrera para crear su firma, que se transformó luego en una gigante tecnológica internacional. Jobs, por su parte, ni siquiera llegó a cursar, pero asistía de oyente a algunas materias que le interesaban en Reed College. En tanto, Branson tuvo problemas de dislexia y nunca tomó estudios terciarios aunque obtuvo un doctorado honoris causa en tecnología por la Universidad de Loughborough. El sano equilibrio ¿La «calle» o el aula? ¿Cuál es el camino más fructífero? La respuesta depende de cada uno, pero lo cierto es que un complemento de ambos suele ser lo ideal. «Lo que nadie cuenta es que las estadísticas indican que, en promedio, el 80% de las Pymes fracasan antes de los cinco años y el 90% de ellas no llega a los 10», apuntó Federico Muttoni, gerente de Advice. «Por lo tanto, para tener más herramientas y conseguir más oportunidades de tener éxito creo que es fundamental estudiar en la universidad, y también trabajar para aprender en la calle», matizó. El problema es entonces la falta muy marcada de una de las dos alternativas. Muchos, pese al esfuerzo e inversión económica en sus estudios, no logran ver un despegue real en sus carreras. Tan es así que graduados en Derecho en California (EE.UU.) demandaron este año a sus universidades por haberles generado expectativas laborales que no se cumplieron y, según consideraron varios expertos consultados por El País de Madrid, esto se da porque carecen de análisis crítico, no saben cómo comunicar una idea o no tienen nociones de economía. Cómo miden «la calle» de los postulantes las reclutadoras de personal? Muttoni explicó que esto está ligado con verificar la experiencia y los logros concretos de la persona. «Eso es lo primero que vemos en un candidato que tendrá cierto nivel de responsabilidad», aseguró. «También los valores y la reputación de las empresas en donde trabaja o trabajó, porque esa es una escuela en la forma de conducirse en los negocios. Desde dónde partió, en qué cargo empezó y dónde está hoy; o con qué recursos logró sus objetivos, también nos permite inferir su audacia, actitud, ambición y capacidad de hacer», agregó el especialista. Es que lo estrictamente académico tiene una importancia cada vez más relativa. Adrián Edelman, director del MBA (Master in Business Administration) de la escuela de negocios de la Universidad de Montevideo (IEEM), contó que, cuando recomiendan a un ex alumno para un puesto gerencial, nunca miran sus notas, sino que se enfocan en otras habilidades que los hacen memorables. El número dos de recursos humanos de Google, Laszlo Bock, cree que la escolaridad «ha dejado de importar». Según este ejecutivo, no hay correlación entre las notas obtenidas y el posterior rendimiento profesional. Formación gerencial Puede existir cierta correlación entre la escolaridad y la calidad del candidato siempre y cuando las propuestas educativas se adapten, así como los sistemas de evaluación. En el MBA del IEEM, por ejemplo, lo puramente técnico solo es una parte de la formación. En ese sentido, en algunas materias la participación oral alcanza el 50% de la evaluación del curso, lo que tal vez puede resultar favorecedor para algunos participantes en detrimento de otros. «Si tenés facilidad para hablar tenés una parte ganada, pero también es verdad que para trabajar en empresas eso es importante», explicó Edelman. El enfoque más crítico sobre la formación de los gerentes lo tiene probablemente el autor canadiense Henry Mintzberg, que en 2004 pateó el tablero con el libro Managers Not MBAs. El especialista critica que las escuelas de negocios se han centrado en lo más científico y analítico y propone la educación gerencial, que se enfoque en la experiencia más que en el análisis matemático. «El conocimiento puede ser importante pero la clave es la sabiduría», asegura. Para Edelman, «ningún enfoque muy determinante está bien» cuando se trata de juzgar el buen desempeño de un empresario. «Creo que algunos, entre intuición y algo más, no tienen que pasar por un máster para ser exitosos en el mundo de los negocios. Seguro que hay de esos, son brillantes, pero probablemente son los menos», continuó. Coincidió el emprendedor serial Mauricio Labuonara. «No digo que no sirva el estudio, nunca recomendaría no estudiar. Pero yo tengo la ventaja de que me meto en todo, soy muy observador, soy también bastante arriesgado. Igual reconozco que esto no es para cualquiera», contó quien arrancó a trabajar a los 17, luego de abandonar la Secundaria. Empezó con Urugolf -que organizaba torneos para locales y turistas-, luego creó un fitness center en Zonamerica, después una bizcochería que devino en una empresa de catering (Blé), posteriormente abrió un restorán en Florida y al final una constructora (hoy construye un centro comercial en la Tahona) y una barraca. Labuonara tiene amigos economistas y administradores y dice que siempre ha hecho lo que le dicen que no haga, al punto de sentir que lo «bombeaban». «Hay cosas que si no las hacés, no sabés cómo te puede ir», argumentó. En definitiva, con título o no, cosechar en el mundo de los negocios tiene mucho más que ver con otros factores. «El éxito pasa por ser transparente y buena gente, la gente confía por lo que es uno. Muchos negocios van por ahí, no por lo inteligente que seas. Obviamente que cuando te empieza a ir bien, la gente se te empieza a arrimar más. También hay un tema de suerte», concluyó Labuonara. Para Paola Oddone, gerente de imagen y relaciones institucionales de Schandy, su MBA sí le aportó, pero eso no se traduce directamente en su crecimiento profesional, más bien relacionado con una actitud de formación continua y una necesidad de la empresa en la que trabaja. Como lo técnico queda obsoleto en pocos años, cree que es fundamental seguir actualizándose; para lograrlo, ella se propuso dar clases.
Posted on: Sun, 24 Nov 2013 03:52:44 +0000

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