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Maestros como sombras Escrito por Beatriz Vanegas Athías Los de pizarrón, tiza y marcador acrílico. Los de las clases magistrales que saltaron del libro al computador y al power point, esos que mal o bien nos enseñaron a leer y escribir van desapareciendo poco a poco como los dinosaurios. Pero aún existen miles de ellos deambulando cansados y aburridos por los pasillos de escuelas y colegios de la educación pública colombiana y de la privilegiada privada, a qué negarlo. Ahí van cansados y sin respuestas ante el joven al que le interesa más su iPhone, sus audífonos o su Black Berry. Cuando tengo la oportunidad de trabajar los llamados cursos vacacionales con ellos, las conocidas semanas de capacitación que les quitan descanso a su cansancio de décadas, observo un conglomerado de seres incapaces de altruismo, y encuentro entonces una de las causas de nuestro deterioro social. En muchos casos, especialmente maestros de básica secundaria sienten que capacitarse es una pérdida de tiempo pues consideran que poseen un nivel superior al de los expositores. Por ello despliegan una actitud displicente durante charlas y talleres. Pero durante el descanso de cada sesión es posible escuchar comentarios en los cuales manifiestan su preferencia por ver transcurrir la llamada semana institucional en el colegio donde laboran, "quemando el tiempo" antes que asistir a la capacitación. Los veo transcurrir como personajes de un filme de Fellini: grotescos, con sus miserias y perversidades que los hacen ver incluso como niños inocentes afanados por encontrar la manera de hacer trampa una vez asumen el rol de estudiantes. Por ello es común que lleguen tarde a la capacitación, pero se tornan iracundos y exigen ser incluidos en las listas de asistencia; salen de clase para tomar café con actitud retadora y sienten una especie de orgullo cuando gritan a los cuatro vientos que se van temprano. No pierden oportunidad para quejarse por las malas condiciones laborales, la situación del país, la indisciplina de "la juventud de hoy en día", las políticas educativas, los rectores, los administrativos. Ellos afirman que merecen ganar más y tener más primas y bonificaciones. Resignados, manifiestan que su trabajo se limita a "dictar" una clase, que si los muchachos no quieren aprender ya es problema de ellos. Sin embargo, en franca actitud populista comienzan con una actitud criticona frente al evento, pero la olvidan un poco luego de ver el generoso refrigerio brindado por la organización y no pierden la oportunidad de tomar dos o tres porciones de más para llevar a sus casas sin considerar si este abuso deja sin merienda a un compañero de salón. Maestros como sombras que muy probablemente serán relevados mañana domingo veintiocho de julio cuando miles de nuevos profes se sometan al examen para acceder a nuevos cargos estatales. Maestros como sombras que se quejan de todo, que bordean los predios del arrepentimiento porque no quisieron ser maestros, pero los tocó. Maestros como sombras con excepciones iluminadoras que conservan el equilibrio que ven pasar la historia e ignoran que pudieron ser fundadores de ella. Que dirían como el poeta Nicanor Parra: "Por el exceso de trabajo, a veces/ Veo formas extrañas en el aire,/Oigo carreras locas,/ Risas, conversaciones criminales./ Observad estas manos/ Y estas mejillas blancas de cadáver,/ Estos escasos pelos que me quedan./ ¡Estas negras arrugas infernales!/ Sin embargo yo fui tal como ustedes,/ Joven, lleno de bellos ideales/ Soñé fundiendo el cobre/ Y limando las caras del diamante:/ Aquí me tienen hoy/ Detrás de este mesón inconfortable/ Embrutecido por el sonsonete/ De las quinientas horas semanales".
Posted on: Tue, 30 Jul 2013 01:47:27 +0000

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