No hay muchas palabras para expresar el dolor, la tristeza - TopicsExpress



          

No hay muchas palabras para expresar el dolor, la tristeza profunda, el agradecimiento...A todos, a cada uno de los que nos acompañaron durante la dura enfermedad, y después, ahora, los abrazamos, el Diablo desde el cielo, con esa expresión de la foto del perfil, y yo desde acá, con todo el afecto que es posible dar. Ahora está bien, yo estoy bien... Siempre, siempre estará en esa cancha amada y en el corazón de todos quienes tuvimos la oportunidad de conocerlo. Comparto con ustedes el relato que escribió el querido Adrián Vugner en el 2011, para presentar en el concurso de cuentos de fútbol, durante la Segunda Feria del Libro... Pichón de diablo Después de crear el firmamento, Dios creó incontables mundos; todos eran habitados por el hombre y aniquiló a mil generaciones sin dejar un solo recuerdo. Génesis Rabba, 23,68; 262,63. Se dice que luego de este aniquilamiento el mundo quedó en suspenso, con mucha tranquilidad, con abundante silencio, todo vacío, ya sea en el cielo como en la tierra. El Popol Vuh muy bien lo describe “no había un solo hombre, un solo animal, pájaro, pez, cangrejo, madera, piedra, caverna, barranca, hierba, selva. Sólo el cielo existía. La faz de la tierra no aparecía; sólo existía la mar tranquila, el silencio de las tinieblas en la noche”. Ante la desolante situación, los dioses se reunieron entre sí y resolvieron: “descendamos y formemos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”. Debatieron como lo construirían. “Lo haremos primero de tierra, dijeron, es así que luego de una gota de esperma, luego de un coágulo de sangre, luego de un pedazo de carne modelada o sin modelar, para mostrar nuestro poder, fijaremos en los úteros lo que queremos por un plazo determinado, luego os haremos salir niños, luego alcanzaréis la pubertad”. El Corán, Azora XXII, 5. Entonces tuvieron apariencia humana y hablaron, dijeron, oyeron, anduvieron, asieron. Popol Vuh, de la Creación. Los dioses pasaron revista al conjunto de su obra y se preguntaron: ¿Qué más podemos hacer?. Uno de ellos, que se encontraba con una piedra redonda debajo de sus pies, eufóricamente exclamó: ¡debemos crear al “diablo”!. Pero tenemos que ponerle a su disposición un juego que va a apasionar para la eternidad. ¿Cómo se llamará?, preguntó uno de los dioses. Fútbol, respondió el ideólogo, haciendo ciertas maniobras con la redonda de piedra. Muy entusiasmado con la idea, siguió describiendo el juego pero el entusiasmo fue frenado ante otra pregunta, a mi entender elemental, ¿dónde se jugará?, ¿en la tierra o en el mar?. En la tierra contestó, y fundamentó: la dividiremos en rectángulos y dejaremos lugar a los costados para que los jugadores y entrenadores sean aclamados, ovacionados, repudiados e insultados. Empecemos por América, sugirió otro que tenía la piedra redonda en sus manos. Sí, contestó el de la idea inicial… Todo empezó en un campo cercano al pueblo de Lucas González. En plena selva montielera se produce su aparición. Los estudiosos del caso lo definen como un ser complejo, artificioso, misterioso e inquietante para los demás seres, no tanto por su fuerza, sino por su astucia y su inteligencia, que inventó la paz de la conciencia para gozar de su alma. Todas estas virtudes fueron puestas en evidencia a la hora de verlo con un elemento redondo que conducía con sus pies para, de manera rápida y efectiva, compartirlo con sus pares. Impactados por todo esto, los mensajeros de Dios, empezaron a seguirlo con más atención, fue así que lo acompañaron a infinidad de campos de juego, se dice que en el cielo no podían creer las maravillas y virtudes que poseía “el diablo”. El diablo, su mote, tiene historias dignas de contar, era muy de pueblo con un hablar sencillo. Los motes en el fútbol son como una institución, como “el diablo” también lo es, folklore en su estado más puro. Fue el mejor jugador de la historia de nuestro fútbol. Nació en Lucas González, un pueblo que entonces, como hoy, es fuente inagotable de jugadores. Su corazón estaba en ese pueblo, pero por razones que uno vaya a saber, ¿cosas del destino no?, lo descuidaron. Así es el fútbol. Hasta que por esas cosas míticas y extrañas que tienen los dioses, acompañaron a un par de dirigentes del Atlético Maciá, que andaban en búsqueda de un puntero o wing derecho de apellido Guaita. Sí, Guaita, nieto del gran “indio” Guaita, aquel que vistió camisetas memorables del fútbol nacional e internacional. Lo invitaron al Diablo a sumarse al desafío “rojo”. Él, libre y de convicciones firmes, no dudó en sumarse a tal desafío. Fue así que los dioses decidieron que definitivamente los maciaenses tuviéramos el privilegio y el orgullo de tenerlo entre y para nosotros como jugador, como entrenador y como amigo, para deleitarnos, emocionarnos, festejar, instruirnos y transmitir lo que aprendimos de él. A lo largo de su vida ha regalado infinidades de tardes de apostolado y terminó siendo un auténtico pontífice del fútbol. Es por esta razón que la gente, que a mi entender es el juez más implacable de todos, lo pone arriba de todo y de todos. Un sitio que a mi sentir es muy justo. Este discípulo o “pichón de diablo”, quiere rendir homenaje a la elegancia, a la técnica y a la visión del juego de su maestro “el Diablo”. El ser celestial que entendió, y a través de su entendimiento, me enseñó que el fútbol se desarrolla mejor en forma colectiva con juego, pases, paredes y triangulaciones. Fue muy crítico con los individuales, hasta los penalizó interiormente. Cuando jugaba, una pelota tocada por él abría todos los candados defensivos, al Diablo le bastaba un toque, un clic. Sabía que para el pase hacen falta dos, como el amor, es decir, el que entrega la pelota y el que la recibe. Según el maestro Renato Cesarini, otro de los seres especiales que han inventado los dioses, “hay verdades del fútbol que, en tanto la pelota sea redonda, se enfrenten once jugadores por lado y la cancha mida 110 metros por 70 metros, permanecen inmutables, porque están en la esencia misma del juego”. Este concepto de don Renato se corrobora en nuestra actualidad haciendo un pequeño ejercicio de observación, con ojos críticos, en los partidos jugados por el Barcelona de Guardiola. Cotejo tras cotejo, uno es atrapado por la genialidad de estos tipos, porque al igual que los equipos que ha dirigido nuestro Diablo, se detectan la facilidad con que reciben la pelota sus jugadores, siempre destapados, siempre enfocando el objetivo del arco contrario, sin problemas para controlar y manejar la jugada, eligiendo sin apremios el próximo movimiento. Entonces, a no olvidar señores y señoras amantes del “buen fútbol”, que los equipos del Diablo siempre seguirán al pie de la letra el manual del “buen fútbol”, ese que no es de hoy ni de ayer, QUE ES DE SIEMPRE. Que solo depende de la claridad mental con que lo juegan once componentes de una sociedad, en la que uno solo por vez puede ser el transitorio dueño de la redonda de piedra, de cuero, de trapo, y los otros diez colaboran para que siga siendo patrimonio de los once. Porque mientras la tengan en su poder, dictan las reglas de juego, controlan la iniciativa y eligen la oportunidad para dar la estocada decisiva y al mismo tiempo están ejerciendo la mejor defensa posible, porque sin conseguir la pelota, los rivales no lo pueden atacar. Y esta manera de jugar en equipo también ayuda a la construcción de una sociedad. Porque el Diablo, además de brindarles a sus jugadores las herramientas técnicas para que se desenvuelvan con efectividad en un campo de juego, les enseña a crear otras herramientas, aquellas que generan cambios en las condiciones sociales. Por ello, al dotar a sus deportistas no sólo de habilidades motrices, psíquicas, técnicas o tácticas, sino también de habilidades afectivas y sociales, les da una formación íntegra y plena como personas. Porque el Diablo siempre fue cuidadoso a la hora de transmitir valores. Trasladó a los suyos, aquello que abre la posibilidad de construir una comunidad más solidaria, más sana y comprometida, lo que indefectiblemente redundará en una sociedad mejor. Su nombre quedará grabado con grandes letras en las canchas de fútbol: Ramón Severo Zalduendo. A pesar, vuelvo a reiterar, de su nacimiento en Lucas, pisó tierra maciaense, se enamoró de la misma y echó sus raíces. En Maciá encontró en sus dirigidos su fortuna, para ser el tronco genealógico del fútbol de nuestra región. Formó por el buen camino a sus dirigidos. Siempre humilde, donando sabiduría a todos los que lo siguen. Sabiendo que se le quiere, y no nada más por ser el padre del fútbol, sino que también por su humildad y solidaridad. Aunque ya camina con pasos cansados, nunca lo demuestra por tanta alegría que emana de él, de su persona, de sus palabras y consejos. Siempre mira al cielo para recordar a los dioses, sus creadores, y a sus grandes amigos. En charlas de sobremesa recuerda sus viajes por la provincia y el país, al lado de muchos jóvenes deportistas, quienes lo admiran y le piden consejos, quienes siempre esperan verlo dirigiendo equipos ya que sin él esta disciplina hermosa estaría huérfana de sueños. El Diablo es una persona que tal vez si le piden su opinión para hacerle un homenaje, diría que el mejor sería que lo lleven a una cancha de fútbol. Porque así son los grandes, los eternos… Por eso los dioses lo siguieron tan de cerca, se admiraron ante sus actitudes no esperadas…multiplicaron la creación de seres como éste que, además de transmitir tácticamente el fútbol, mezcle sus sentimientos más nobles al hacerlo. Por eso los dioses respetan al Diablo. Seudónimo: Il Portiere Adrián Vugner
Posted on: Thu, 03 Oct 2013 17:42:32 +0000

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