¿Puede saberse todavía cuál es la voluntad de Dios? Antoni Pou, - TopicsExpress



          

¿Puede saberse todavía cuál es la voluntad de Dios? Antoni Pou, osb. Monasterio de Montserrat. apou@larsa-montserrat21/11/2002 La semana pasada recibí un mensaje electrónico de un sufrido internauta, capaz de aguantar la lectura de mis artículos, pidiéndome si podía tratar una cuestión: ¿cómo puede saberse la voluntad de Dios? ¿puede comunicarse Dios directamente con una persona revelándole su voluntad? Y si es así, ¿cómo puede saberse que no es un autoengaño? La pregunta no es fácil, sobre todo en este tiempo en que vemos que fanáticos de oriente y de occidente se ponen el nombre de Dios en la boca para justificar actos violentos, guerras y discriminaciones de todo tipo. Sólo hay que pensar también en cuántas barbaridades se han hecho también desde la Iglesia en nombre de Dios y que ahora, en los inicios del siglo XXI, hemos reconocido como granos disparates, hasta el punto de ver la necesidad de pedir perdón. Eso en el terreno colectivo. Pero también a nivel individual: ¿cuántas personas no se han sentido violentadas a lo largo de la historia en sus libertades esenciales en nombre de Dios? ¿O cuántas otras han creído tener revelaciones y comunicaciones especiales con Dios que a la larga sólo han sido una perturbación psicológica? Y no me refiero sólo dentro de nuestra Iglesia católica, sino que hablo ahora de todas las religiones en general. Todo eso es una introducción para advertir sólo de una cosa: que hay que ir con mucho cuidado y no utilizar el nombre de Dios en vano. Muchos altos representantes de las grandes religiones tradicionales se reunieron hace poco en Palermo, en un encuentro organizado por la Comunidad de San Egidio, y ratificaron algo que ya habían dicho en otros encuentros: no puede utilizarse el nombre de Dios para justificar el terrorismo y las guerras. Eso es algo muy importante, porque quiere decir que, en definitiva, todas estas religiones conciben a Dios como alguien que está a favor de la paz entre los pueblos y de la felicidad de cada persona en concreto. En este punto nos acercamos mucho a aquella máxima de Jesús tan crítica a toda religión: "No está hecho el sábado para el hombre, sino el hombre para el sábado". Los cristianos creemos saber algo de la voluntad de Dios. San Pablo es un ejemplo de ello: "Eso es bueno y agradable a Dios, salvador nuestro, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Tm 2, 1). Él tiene un plan para toda la humanidad, y para cada una de las personas: "Nos escogió en él antes de crear el mundo, para que fuéramos santos, irreprensibles en sus ojos. Por amor nos destinó a ser sus hijos por Jesucrist, según su benévola decisión " (Ef 1,4-5). Esta afirmación de la Carta a los Efesios tiene un contenido existencial básico para entender nuestra relación con Dios y su voluntad: Dios nos ha creado por amor, nos ha hecho así como somos (con nuestra manera de ser, nuestra psicología, nuestras posibilidades y limitaciones) y nos ha destinado a ser hijos, como Jesucristo, a través del mismo Jesucristo. Está claro que Dios seguramente nos ha hecho con limitaciones que impiden en muchos aspectos ser como Cristo. Pero Dios quiere que lo seamos entre todos, que formemos el Cristo total, el "cuerpo de Cristo", que tiene multitud de aspectos y dimensiones que una sola persona no podría alcanzar nunca. El error se encuentra en el hecho de creer que Dios nos quiere perfectos, y no; Dios nos quiere santos, que es muy diferente. El perfecto no tiene limitaciones; el santo tiene limitaciones que siempre pueden convertirse en posibilidades de amar} más: porque lo hacen más humilde, porque así puede comprender más a los demás, porque sus carencias lo acercan a la mayoría de los otros mortales, que también son limitados. Así pues, si Dios tiene un plan sobre nosotros, ¿podemos saber cuál es? ¿Cómo nos lo revela? Se trata del tema del "discernimiento". Hay un gran discernimiento en nuestra vida, que suele ser el "vocacional". Es la opción fundamental de cara a saber qué estilo de vida cristiana es el que más se adecua a nuestra manera de ser: vida laical, sacerdotal, religiosa, misionero, de casado, de soltero… Y hay multitudes de pequeños o mayores discernimientos que tenemos que ir haciendo cada día, si queremos ir tejiendo para{por} este bordado que Dios quiere hacer en nuestras vidas o bien dejarnos dibujar. En lo que concierne al tema vocacional, el maestro espiritual que, según mi opinión, da pistas más claras es San Ignacio de Loyola, en sus tres "tiempos" o maneras como Dios puede comunicar su voluntad: De manera inmediata, revelando Dios en el corazón del cristiano el deseo de seguirlo de una forma muy determinada, sin ningún tipo de duda. A través de los sentimientos de gozo o tristeza (consolación o desolación) que pueden ir atrayendo a la persona a una forma de seguimiento. O en última instancia, si las dos primeras no se dan, a través de hacer una reflexión racional sobre lo que más le conviene a la propia manera de ser. Como puede deducirse, la primera es la menos frecuente: donde Dios se comunica a través de los misteriosos, pero reales, mecanismos del inconsciente. La segunda sobre todo a través de los sentimientos. La tercera a través de la razón. San Ignacio propone hacer este discernimiento en un clima adecuado, con unos ejercicios de meditación de la palabra de Dios y otros creados por él mismo. Pero también pueden darse en la vida corriente, si uno también se esfuerza en seguir un proceso de purificación interior de las propias actitudes e impulsos primarios que pueden obstaculizar hacer una opción libre y centrada Jesucristo. La confirmación de la propia decisión siempre será un sentimiento de paz, de generosidad, de estimación de Dios y de todo el mundo, a pesar de las dificultades que suponga seguir esta decisión, ya que uno se siente acompañado por la presencia de Dios: "No tengas miedo, yo estaré en ti", es la respuesta que Dios siempre hace a quienes siguen su llamamiento. En cuanto al discernimiento en la vida de cada día, sólo puede hacerse si vamos construyendo en nosotros una sensibilidad especial para captar las cosas de Dios, las que son de su Reino, y descubrir las cosas que van en contra. Hablo de una sensibilidad, ya que hay cosas que se captan a través de la intuición, a través del sentimiento; no siempre el medio más fiable de conocimiento es la cabeza. Dios revela a menudo su voluntad cuando estamos bastante vigilantes para descubrir los retos que la vida nos trae, e intuimos lo que haría Jesucristo ahora y aquí, en mi situación. Una profundización cada vez más grande en la Palabra de Dios nos ayuda a ver la realidad con los ojos de Dios; y la escucha atenta de la comunidad cristiana y de la Iglesia universal nos da un "sensus fidelium", una especie de sentido común de la fe que da pistas a nuestro discernimiento. El conocimiento de la Tradición de la Iglesia, la experiencia de vida cristiana de tantos siglos que llevamos atrás, también a menudo puede evitar que caigamos en los mismos errores de nuestros antepasados, y la comunión con la Iglesia Universal nos confirman en nuestras acciones y elecciones. El acompañamiento de un cristiano más maduro que nosotros en la fe evitará, finalmente, los propios autoengaños, ayudándonos a conocernos más a nosotros mismos, y podrá quizás también abrirnos nuevos horizontes en lo que se refiere a nuestras posibilidades de dejarnos empujar por la fuerza del Espíritu Santo.
Posted on: Sat, 27 Jul 2013 05:45:53 +0000

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