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Requisitoria IGNACIO CAMACHO Albert Camus Camus fue un radical activista del humanismo que levantó una requisitoria moral basada en el compromiso de búsqueda Albert Camus «¿Qué es un rebelde? Un hombre que dice no» EN las sociedades de pensamiento simple y categórico, ufanas de sus prefabricadas certezas maniqueas, figuras como la de Albert Camus presentan siempre un problema de contrariedad inclasificable que interpela las convicciones terminantes y cuestiona las etiquetas unívocas con la aplastante, rebelde y honesta sinceridad de la duda. Toda la obra, y también la vida, del Nobel francoargelino es una lúcida y desgarrada interrogante sobre el sentido de la conciencia humana, una profunda requisitoria moral anclada en el radical compromiso de una búsqueda. Poliédrica, valiente, contradictoria sincera: la clase de actitudes que por su insobornable responsabilidad intelectual y por el coraje ético de su rectitud desafían consignas ideológicas y principios dogmáticos para someterse al contraste implacable de la integridad crítica. La única certidumbre que emana de Camus es la de una intensa, esperanzada y hasta dolorida fe en la dignidad de la persona. Escéptico incluso sobre el existencialismo que determinó la atmósfera cultural de su época, profesó siempre un activismo humanista que reivindicaba el derecho primordial a construir el propio destino. Combatió las ideologías militantes como una forma de alienación de la individualidad soberana y se resistió a aceptar el mesianismo iluminado de la política. Atormentado por la crueldad inevitable del desengaño, el sufrimiento, la injusticia o el vacío, levantó una hermética barrera de idealismo basada en la confianza irrevocable sobre la libertad de la condición humana. Vivió con la misma seductora elegancia moral con que pensaba y escribía; asomado al complejo abismo de su generosa mirada sobre un mundo convulso y desencajado en el que buscaba con desesperación romántica y casi agónica un resquicio para la piedad, para la pasión, para la insurrección de las emociones frente a la uniformidad conformista. Enfrentado por una indómita nobleza natural, como su personaje el doctor Rieux, al cerco de la angustia, el silencio, el fracaso y la pasividad culpable. Quizá por esa imposibilidad de encasillarlo en las hormas de los prejuicios sectarios que explican el mundo con facilismos rituales, su centenario ha creado en la Francia oficial una cierta incomodidad culpable. Referente ineludible de la cultura europea del siglo XX, sus compatriotas recelan todavía de su potente mensaje de rebeldía de espíritu. Simplemente, su gigantesca estatura moral no cabe en los nichos convencionales del esquematismo sinóptico. La suya fue una suicida, arrebatada, incomprendida y visionaria exploración sobre las contradicciones del sentido de la vida. Un solitario viaje por la conciencia del hombre moderno, una aventura de libertad guiada por la intuición luminosa de que en el vértigo ante el absurdo las preguntas son mucho más importantes que las respuestas.
Posted on: Sat, 09 Nov 2013 09:11:37 +0000

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