DIOS ES AMOR I Hay una historia que yo siempre he querido - TopicsExpress



          

DIOS ES AMOR I Hay una historia que yo siempre he querido escribir. Es la historia de una vida. Es una historia de la vida real. Tuve un alumno en el Liceo San Rafael de Belén, en Medellín. Su nombre era Juan Eugenio Sierra Campusano. Era un joven como todos. Era alegre, lleno de ilusiones en su vida, soñador, inteligente, intelectualmente inquieto. Era un buen lector. Era un excelente joven analítico y crítico. En medio de sus inquietudes intelectuales, y a través de sus lecturas, se fue creando en él la duda religiosa: la duda frente a Dios, frente a su existencia y a sus obras. Pero estas dudas no lo llevaron a una negación inconsciente e inconsistente de la divinidad. No. Sus inquietudes lo llevaban a preguntar, a indagar, a leer más,… a discutir muchas veces sobre la existencia de esas verdades, o de esa Verdad que llamamos Dios. Era consciente de su desconocimiento, y por eso manifestaba con frecuencia sus dudas ante aquellos que de alguna manera pudieran ilustrarlo sobre esa realidad en la que le costaba creer y que no podía entender, sobre la realidad de la existencia del ser espiritual, de un Ser Superior. En esto se diferenciaba de algunos de sus compañeros y amigos que se burlaban de esas verdades, o las negaban sin análisis alguno, o simplemente no se detenían a pensar en ellas, “por no perder el tiempo en esas tonterías”. Un día una tía suya, religiosa, y un tío suyo, sacerdote, le propusieron que colaborara en las actividades preparatorias del Congreso Eucarístico Internacional liderando una de las “asambleas familiares” que se iban a realizar. Y él, con toda la discreción, pero a la vez con toda su sinceridad, les dijo: - No. Yo no quiero ir a dar ante los demás un testimonio sobre algo de lo que yo mismo no estoy totalmente convencido. Hubiera podido decir sí, simplemente para mostrarse ante los demás, por aparentar ante los otros, o por sobresalir como el joven inteligente e intelectual que él era. Pero no. Era consciente de su forma de pensar y era, ante todo, sincero consigo mismo para no ir a llevar a otros un mensaje sobre el que él mismo conservaba sus internas y personales dudas. Por eso dijo no. Y Juan Eugenio, este joven que era como todos los de su edad, un día cayó enfermo. En principio no se sabía de la gravedad de su situación, ni él mismo lo supo nunca. Pero su enfermedad era en aquella época una enfermedad mortal: una leucemia, llamada entonces cáncer en la sangre. Su salud se fue menguando poco a poco, pero él creía que su situación era algo pasajero y que pronto volvería a la normalidad, a convivir con sus compañeros de colegio. No se desesperó, ni tenía motivos para desesperarse. Pero su familia sí conocía de la gravedad de su situación. Juan Eugenio era un buen amigo y en algunos casos contertulio de algunos sacerdotes de la parroquia del Verbo Divino, tenía un tío sacerdote y una tía religiosa, y con todos ellos algunas veces también hablaba de sus inquietudes intelectuales, y sobre Dios, y sobre la religión, pero sus dudas continuaban y en su mente surgían cada vez más preguntas. No negaba, dudaba e indagaba con profunda inquietud. Era honesto y sincero consigo mismo y con los demás. II Ya estaba reducido a la cama cuando una tarde vino a visitarlo un sacerdote de la parroquia del Verbo Divino, quien le dedicó largas horas a conversar con él y a ofrecerle el Sacramento de la Reconciliación: que se confesara para que se pusiera en paz consigo mismo y con Dios. Juan Eugenio le replicaba insistiéndole que todavía no estaba convencido de esas verdades. A eso de las siete de la noche Juan Eugenio le dice al sacerdote: - Padre, ya hemos conversado bastante, le pido un favor: no hablemos más hoy porque estoy fatigado y puede ocurrir que le diga sí a lo que usted me está ofreciendo y lo haga sin creer plenamente en la eficacia del Sacramento ni en la existencia y el amor de Dios. El sacerdote se despidió y se retiró entristecido, pero a la vez reconociendo el valor y la calidad humana de este joven. III Amaneció una mañana hermosa, con el sol filtrándose por los cristales de las ventanas de la alcoba. Juan Eugenio sonreía con una alegría jamás vista en sus ojos y en sus labios. Su rostro reflejaba una plenitud total. Después de que su señora madre le trajo el desayuno que consumió totalmente, él le dijo: - Mamá, hágame un favor: llame al padre que ayer estuvo aquí conmigo y dígale que por favor venga que necesito hablar con él. - Pero, hijo, el Padre… - No, llámalo por favor y dile que necesito hablar con él. La madre llamó apenada al sacerdote y, disculpándose, le dijo que por favor viniera que Juan Eugenio lo necesitaba. El sacerdote realizó sus actividades normales y luego pasó a la casa de Juan Eugenio para ver cuál era su inquietud. Cuando este lo vio entrar a su habitación, y después de darle un cariñoso y agradecido saludo, le dijo: - Padre, lo hice llamar para pedirle el favor de que me confiese. - Pero, Juan, anoche me dijiste que no lo hacías porque no estabas convencido de estas cosas espirituales y menos de la validez de este sacramento, y ¿cómo es que hoy me dices así, sin más, que quieres confesarte? - Padre, usted me va a perdonar, pero es que anoche el Señor se me manifestó tal como Él es: Un Dios de amor. Sí, porque Dios es amor. A nosotros no nos han sabido mostrar lo que Dios es: AMOR. Él mismo me lo ha hecho saber. Así que, por favor, padre, confiéseme que quiero que mi Dios me conceda este sacramento de reconciliación para estar más unido y entregado a su Divino Amor. El Padre se quedó mirando a Juan Eugenio: ese rostro pálido y amarillento por los efectos de la enfermedad aparecía radiante, como iluminado por una luz interior que brotaba también por sus ojos… Se sentó a su lado, lo escuchó en la confesión y le dio la absolución sacramental que anoche nada más Juan Eugenio dudaba en recibir. El Padre se fue maravillado y feliz. Dando gracias a Dios por las obras maravillosas que por su cuenta realiza en las almas de quienes son honestos, leales y sinceros consigo mismos y con los demás. IV Es viernes. Mañana sábado viajo para Valdivia a visitar una prima cuyo esposo es el alcalde en esa población. No quiero irme sin despedirme de Juan Eugenio, cuya gravedad conozco y a quien muy posiblemente ya no volveré a ver con vida. Bajo a su casa en Rosales y me abre la puerta doña Rosita, la madre de Juan Eugenio. Después de saludarla con respeto y con cariño, le pido el favor de permitirme entrar a saludar al joven enfermo. - No es posible, profesor, Juan Eugenio ha estado totalmente dormido desde anoche, está inconsciente, no ha despertado hoy, ni siquiera ha abierto los ojos. Pero, sígase, conversemos un poquito aquí en la sala mientras llega el Padre Joaquín, tío del enfermo, quien va a celebrar la Santa Misa para Juan. Nos sentamos un buen rato allí en la sala. Me contó lo ocurrido con el padre del Verbo Divino. Llegó el padre Joaquín y subimos al segundo piso, donde estaba la alcoba del muchacho. Allí había otra sala, y la alcoba de Juan estaba al frente, con la puerta totalmente abierta, y él estaba acostado, casi podría decir que caído sobre esa cama, sin abrir siquiera sus ojos… yo lo miré y tomé mi lugar a un lado del altar y de frente a él. El sacerdote inició la celebración… Juan Eugenio seguía allá en la profundidad de su letargo… Llegó la hora de la consagración. El sacerdote tomó en sus manos la hostia para pronunciar sobre ella las palabras de Cristo, y… Juan Eugenio se incorporó, se apoyó en sus manos y se sentó en la cama con los ojos fijos sobre el altar y así siguió durante el resto de la celebración. Recibió la Sagrada Comunión, al igual que algunos de los presentes… Una vez terminada la Santa Misa yo bajé con los demás al primer piso, y estaba tomando un tinto que se me ofreció cuando bajó doña Rosita y me llamó: - Profesor, que por favor suba que Juan Eugenio quiere saludarlo. Con emoción terminé de tomarme el tinto y subí. Juan Eugenio estaba acostado en su cama, pero con sus ojos completamente abiertos. Su rostro manifestaba una alegría y una plenitud que yo no sabría explicar… - Profesor, gracias. Muchas gracias por acompañarme en la Sagrada Comunión, cosa que agradezco también a mi hermano (dio el nombre de uno de sus hermanos que también comulgó).Gracias. Porque Dios viene a acompañarnos con todo su Amor. Yo espero bajarme pronto de esta cama para ir a decir a todos mis amigos, y a toda la juventud, que Él nos ama. Gracias nuevamente, profesor. Una extraña emoción inundó mi alma. Me despedí de él y al día siguiente emprendí mi viaje a Valdivia. De allí llamé a mi casa y me avisaron que el día 5 de agosto expiró Juan Eugenio Sierra Campusano y que fue enterrado en el cementerio de Belén, porque el de San Pedro, en donde su familia tenía programado enterrarlo, estaba en remodelación. V Estoy de regreso en Medellín. Voy a Rosales a visitar la familia de Juan Eugenio, para acompañarlos en el dolor de la ausencia de ese ser tan querido para ellos. Doña Rosita se sienta a conversar conmigo, y, con tristeza, pero sin amarguras, con una emoción profunda, me recuenta toda la historia de la confesión de Juan Eugenio y añade que aquel sábado, el día después de mi encuentro con la fe de este joven, vino su tío sacerdote a visitarlo y lo encontró en el mismo letargo en el que ya se mantenía. De pronto abrió sus ojos y al ver al sacerdote le preguntó: - Padre Joaquín, ¿qué día es hoy? - Hoy es sábado. - y… ¿qué hora es? - Son las nueve de la noche. - Padre Joaquín, hoy es el día y es la hora en que los jóvenes están perdiéndose en el vicio… Dígales a los jóvenes que Dios existe, que Dios los ama, que Dios es Amor… Que crean,… que crean,… que crean… Dichas estas palabras volvió a caer en el mismo profundo letargo del que ya no volvió más… Fueron sus últimas palabras: un mensaje a la juventud para que crean en Dios y en su infinito amor: “Que Dios los ama,… que crean, que crean, que crean…” Este mensaje fue grabado en una placa que aún hoy se conserva en el Liceo San Rafael de Belén como testimonio de un joven y su mensaje a los demás jóvenes: “Que crean,… que Dios los ama,… que crean, que crean, que crean…” Elceario Rojas C.
Posted on: Wed, 28 Aug 2013 22:22:02 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015